XI
De pensar en ese lugar
me entran penas
y se me van
las alegrías
que me aparecen
como si fueran
brisas de aire traídas
que llegaban a la torre
desde la cual se oteaba y vigilaba
a la huestes enemigas.
Y me quedo
de esta desafortunada historia
con las incansables sonrisas
de aquellos que tuvieron la dicha
de verte y disfrutarte
en dichosos y añorados días.
Era y es y ojala fuera
el Castillo de Santiago de la Torre
una santa reliquia
pues parece
si lo contemplas con sabiduría
como si la vida
no hubiera pasado
y todavía fuéramos
en su cercanía
caballeros feudales
de aquellos que iban a la lucha
blandiendo en su pica
el pañuelo de su amada
que en la espera tejía
finas camisas
y jubones con valiosas pedrerías.
Autor: José Vte. Navarro Rubio
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