VI
Castillo de arena
no puede ser
y yo soñé
un castillo de piedra
que en la llanura manchega
ayudó a establecer
una aldea pequeña
y junto a él
una iglesia primitiva
y unas grandes alamedas
donde venían a florecer
rosas de Triana,
geranios de Babel,
amapolas descaradas
y como si fueran colores
pintados al pastel
verdes hojas en primavera
y ya caduca su tez
olmos y espinos
consolándose en su vejez.
Tierras quebradas
a palos no debió ser
y le viene su nombre
de esa aridez
que en La Mancha se hace noble
a base de ofrecer
poca agua y mucha mies.
Santiago de la Torre
con su castillo a la vez
ahora ya lejos te creo ver.
Autor: José Vte. Navarro Rubio
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