Vi la gavilla, la toque,
olía a tierra.
a sangre y a lágrimas
vivas y muertas,
derramadas en esos años de posguerra
y en esos frentes de batalla
difusos y perdidos
allí donde el ciudadano componía
sus canciones más tristes y largas.
La gavilla era de trigo
y la tomiza de esparto
y los silencios eran
los frutos de aquellas tierras
tomadas y arrasadas
por un conquistador
más cruel que el propio Atila y Asdrubal Barcas.
Desde entonces
vienen los días
trayendo canciones
que bajan
desde las casillas de los pastores
y desde las pequeñas covachas
convertidas por aquellos días
en guaridas de libertadores y en trincheras sin casamatas.
Verde gavilla
tan verde
como la memoria terrorífica
de los que mataban las ilusiones
y se creían
por encima de todo
salvadores de patrias
y solo eran traidores
al servicio de sus vidas
y de sus intereses en forma de dictaduras largas
en épocas de vacas flacas.
Maquis, guerilleros
y poetas
de fusiles a la espalda
vadeaban ríos
y bajaban hacia las vaguadas
al encuentro con la metralla
y allí en aquellos campos de trigo
de Santa Cruz de Moya, Landete, Cañete
y donde el eco del trueno les llevaba
vi en sueños caer a un maqui
mientras empuñaba una espiga y gritaba
¡no matareis de hambre al pueblo canallas!
Autor: José Vte. Navarro Rubio
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