lunes, 24 de diciembre de 2012

MARTÍN SHEFFIELD, EL COWBOY DEL PLESIOSAURO

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Martín Sheffield, Plesio4el cowboy del plesiosauro





 
Primer Relato:
Fui yo la que vio el plesiosauro. Mi papá vio el rastro. Vivíamos en Epuyén y había un laguito chico y con mi hermano fuimos a buscar huevos de pato. Entraron al lago mis hermanos Andes y Tede y no había huevos. Cuando salieron vieron rastros como de las ruedas de un carro. Empezaron a mirar y era una línea que entraba y salía, pasaba por las plantas bajitas y las quebraba, como que quien lo originara fuera pesado. Los chicos se asustaron y corrieron a decirle a papá. Él vino y dijo: 'Los chicos no tienen que venir acá porque es muy peligroso'. Pero no sabía qué podía ser. Las marcas que vimos eran de las patas porque parece que tiene las patas cortitas y el cuerpo largo. Donde pasaba con la panza o el cuerpo aplastaba las plantas. Una mañana me mandaron a mí y a mi hermanito más chico (Conde) a buscar un caballo... el perro miraba y se asustaba. Yo miré y vi un rastro que estaba debajo de nosotros y que se había metido al charco ése y salió por otro lado. Vi una cosa medio colorada, medio amarilla, casi color suela. Tenía una piel con pelitos o con plumas. Más bien parecía con pelitos. No le vimos la cola ni la cabeza. Estaba tirado ahí, durmiendo al solcito. Una vez lo sentimos bramar. Bramaba como un ternero". (Testimonio de Juana Sheffield)
Así se iniciaba aquella fantástica leyenda que recorrió el mundo y de la que Martín Sheffield se apropió con carta desde Esquel el 19 de enero de 1922, dirigida al director del Zoológico porteño, a quien había conocido en el sur, el italiano Clemente Onelli (sintéticamente): "Hace varias noches que voy registrando un rastro en el pasto cerca de la laguna donde tengo establecido mi puesto de cazador: el rastro es semejante a una huella de una chata pesada, la yerba queda aplastada y no se levanta más. He podido percibir en medio de la laguna una fiera con cabeza parecida a un cisne de formas descomunales. Y el movimiento del agua me hace suponer un cuerpo parecido a un cocodrilo" (sic). Sheffield le proponía a Onelli organizar "una expedición en toda regla" para sacarlo vivo o, en caso contrario, embalsamarlo. La misiva del cowboy fue el disparador nacional e internacional y el tema tocó las fibras de Onelli, pues había andado por la Patagonia de la mano de Francisco P. Moreno y las ciencias naturales y afines le habían dejado su impronta.
Onelli organizó la expedición superándose la falta de fondos con diversas y llamativas donaciones, entre ellas del diario "La Nación", Editorial Atlántida, "una dama de la alta sociedad con $ 1.500" y hasta una colecta de $ 0,50 "por barba" de empleados de Correos y barrenderos porteños.
La prensa escrita, muy presente: "La Nación", "La Prensa", "La Fronda", "Caras y Caretas", "La Razón, "Última Hora", "La Montaña", "Crítica", "Diario del Plata", "La Patria degli Italiani" y hasta "The New York Times" comentaron el fabuloso "hallazgo patagónico", unos favorables a la expedición y otros no. El plesiosauro (género de reptil saurio fósil en el terreno secundario) de la laguna Epuyén chubutense se convirtió en la mejor presentación publicitaria para conocer esa parte de la Patagonia aunque no figurara en los mapas. Hasta Roosevelt y el Museo de Historia Natural de Nueva York se interesaron en el "bicho".
Martín Sheffield, nacido en Estados Unidos por 1867 ó 1868 llegó a la zona de San Carlos de Bariloche procedente de Mendoza y su vida ha sido comentada en varios escritos. En uno de ellos se expresa "que no ha existido en toda la Patagonia en su época novelesca sujeto más popular, por refranero, bromista y pícaro, que el yanqui-gaucho Martín Sheffield". Fue famosa su puntería con revólver -posiblemente Colt- y se cuenta que "solía sacarle el cigarrillo de la boca a algún fumador y tacos de zapatos a bailarinas". Eran diversión preferida, lo mismo que clavar un cuchillo alrededor de una figura humana, lo que no le quitaba ser buscador de oro en ríos y arroyos de la comarca y cazar animales silvestres como medio de vida, amén de haber sido arreador y realizar tareas rurales en estancias de la zona, pero sin abandonar -principalmente- las copas en los ramos generales, boliches o casas de amigos que visitaba en sus travesías a caballo, donde siempre era bien recibido, "entreteniendo con sabrosa charla paisana, sobre su juventud vagabunda, azarosa, bravía. Fue un tirador formidable. No hubo otro en la Patagonia con pulso más firme, como que solía hacer blanco hasta sobre los ricos salmones del río Chubut". Se unió con María Pichún y llegaron los hijos -todos reconocidos-: Eduardo, Dodo, Andes, Conde, Tede, Martín, María, Juana, Elena, Estela, Susana "y otras que no me acuerdo", dice un autor. Según el acta de defunción del Registro Civil de El Bolsón, Nº 33 del 28 de noviembre de 1932, "Tede Sheffield, de veinte y dos años, soltero, argentino, domiciliado en el paraje Los Repollos de esta jurisdicción, declaró: que ayer (27) falleció su padre Martín Sheffield de muerte natural, archivado bajo el número de esta acta, de sesenta y cinco años, norteamericano, de profesión minero, domiciliado en Los Repollos... y casado con doña María Paula Pichún... No ha testado" (sic). Firmaron como testigos Nicolás Torres y Manuel García Ruiz y Enrique Fernández, encargado del Registro Civil. Mostraba una estrella de sheriff que se encuentra en el museo de San Carlos de Bariloche y montura, en el de Leleque (Chubut). Ya no quedan hijos, solamente nietos.
Volvemos. Los expedicionarios que reunió Clemente Onelli -no participó por problemas de salud- fueron encabezados por el ingeniero Emilio Frey -buen conocedor de la región-, Alberto Merkle, taxidermista; Santiago Andueza, "notable tirador al blanco"; José M. Cinaghi, administrador del zoológico; periodista estrella de "La Nación" que, "además, representaba a la agencia Associated Press" y el Dr. Vaccaro, periodista independiente. Tenían instrucciones precisas sobre cómo actuar en caso de encontrar el animal. Frey viajó por el FCS hasta Plottier, siguiendo en auto con Amaranto Suárez a Bariloche, donde se reunieron para continuar en dos autos hasta la mina de carbón de Epuyén. "Consiguieron seis caballos y un carro con los que se acercaron al lago y al puesto del cazador. En el rancho sólo encontraron a la señora de Sheffield y a algunos de sus hijos, doce en total. Don Martín estaba ausente. La familia vivía habitualmente en el paraje Los Repollos, próximo a El Bolsón", instalaron campamento y "José, uno de los hijos, los condujo al lugar donde estaban los rastros, ya muy borrados y que podían haber tenido un ancho de 30 centímetros". Recorrieron la ribera de la laguna y las zonas inmediatas. Vigilancia rigurosa, día y noche. "Hicieron explotar en la laguna una media docena de cartuchos de dinamita". A los pobladores del lugar se les ofreció "importante recompensa si aportaban datos sobre la bestia". Martín Sheffield no apareció y en abril de 1922 comenzó a nevar, lo que obligó a abandonar la búsqueda y regresar a Bariloche.
¿Verdad? ¿Fantasía o cuento? ¿Gran fabulación? ¿Con qué propósito? ¿Creyó el serio ingeniero Frey? Los años fueron convirtiendo en leyenda aquel supuesto hallazgo vivo de un "bicho" que había desaparecido de la tierra hacía cientos de años y del que fue principal protagonista el cowboy Martín Sheffield: singular espacio en la historia patagónica.

Bibliografía y fuentes principales: Porcel de Peralta, M., Biografía del NH", 1959. Vallmitjana, R., Bariloche", 1995. Gualco, J. N.: "Epopeya de los italianos", 1997. Díaz González, A. y Matamala, J. D., El Bolsón, 1990. Matamala, J. D.: "El embrujo", 2000. Diario "Esquel", número especial, 1950. Revista "Argentina Austral", varios. Parsons, T. W.: "M. Sheffield" (revista "Cambio"), 1987. Frey de Neumeyer, N.: "El plesiosauro" (revista "Patagónica"), 1988. Juárez, F. N.: "Tres actas y Sheffield", "Río Negro", 2002/2003. Sheffield, Alfredo Martín (nieto): testimonio oral, 2008. Copia del acta de fallecimiento del Registro Civil de El Bolsón, 1988. Archivo del diario "Río Negro". Biblioteca Patagónica (VECh) y otros.

HÉCTOR PÉREZ MORANDO (Periodista. Investigador de historia patagónica).

Segundo relato:
 "Martin Sheffield: el gaucho yanqui"
En el artículo sobre Clemente Onelli, al tratar el curioso episodio de la expedición en busca del Plesiosaurio hicimos referencia también Martin Shefield. Pero sin duda la legendaria figura del gaucho-yanqui, como también se lo conocía, da sin duda para tener un lugar especial en esta galería.
Martin Sheffield era un aventurero del condado de Tom Green, Texas, hijo de padre inglés y madre dinamarquesa. Al parecer don Martín había sido sheriff en Texas, de lo cual daría cuenta una estrella guardada en el Museo del Bolsón.
Según se cuenta el sheriff habría venido a la Argentina siguiendo la pista de unos bandoleros norteamericanos, asaltantes de bancos en los Estados Unidos. Tal vez esto hizo pensar a algunos que los perseguidos podrían ser Butch Cassidy y Sundance Kid, hecho imposible -de no mediar una extraordinaria clarividencia de Sheffield- ya que éste llega al Chubut varios años antes que estos famosos bandoleros.
Si bien Bruce Chatwin afirma que Sheffield llega a la Patagonia alrededor de 1900, los Diarios del explorador galés LLwyd Ap Iwan nos dan cuenta de que el gaucho yanki ya estaba instalado en la región en 1894.
En efecto, durante el viaje que realiza a la zona cordillerana en dicho año, Ap Iwan se cruza con el "cowboy-cacique", como él lo llama, ya que Sheffield estaba casado con una indígena y mantenía, además, un fluido trato con los indígenas, con los que intercambiaba productos. Ap Iwan continúa su viaje y al llegar a Tecka pasa por el almacén que Sheffield tenía allí instalado para realizar sus tratos comerciales.
La indígena a la que Ap Iwan hace referencia es sin duda una esposa anterior a María Pichún, con la que el ex cowboy se casaría años después en El Bolsón y con la que tendría doce hijos. Hace dos años tuvimos la suerte de entrevistar a la única hija sobreviviente de don Martín, Da. Juana Sheffield, en ese momento de 85 años de edad.
Según Doña Juana, su padre se había dedicado a trabajar las minas en el río Chubut arriba, en busca de oro, para luego instalarse en la zona del Bolsón, donde se dedicaría a las tareas rurales, y especialmente a la ganadería, ya que era muy bueno en todo lo referido al manejo de ganado.
Entre las sabrosas anécdotas que Doña Juana nos contara de su padre están las referidas a su extraordinaria puntería: "donde ponía el ojo ponía la bala". Parece ser que en una ocasión su padre estaba charlando con el Comisario de Esquel de apellido Podestá, quien era amigo de Sheffield, en la puerta de la comisaría. En ese momento salen dos señoras de adentro de la comisaría, entonces el comisario desafiando al yanki le apuesta "a que no le sacas los tacos a la gorda, y él mismo le pasó el revolver, nos cuenta Doña Juana, agregando socarronamente: "la gorda cayó sentada". La gorda, quien resultó ser la esposa del comisario, se levantó enfurecida conminando a su esposo a meter preso al pícaro que la había gastado la broma, orden que el comisario ejecutó de inmediato. "Claro, -remata Doña Juana- mi papá entró por un puerta y salió por la otra".
Pero, sin duda, la anécdota más espectacular y la que hiciera trascender a Sheffield más allá de la Patagonia, fue la noticia dada por éste acerca de la presunta aparición de un plesisosaurio en una laguna cercana a Epuyén.
Al parecer Sheffield conocía bastante a Onelli, le había servido de baqueano en los viajes que este había realizado trabajando para las Comisiones de Límites, e incluso antes en búsqueda de fósiles. Tal vez por esta razón decide en 1992 escribirle a su viejo amigo, quien a la sazón era Director del Jardín Zoológico: "Sabedor de su interés por mantener su zoológico presente ante los ojos del público, deseo llamarle la atención a un fenómeno sin duda del mayor beneficio y que además podía permitirle adquirir un animal desconocido hasta ahora por la ciencia (...) Hace algunas noches vi unas huellas en un campo junto a la laguna donde tenía instalado mi campamento. Las huellas se asemejaban alas que deja una carreta pesada. (...) Entonces, en el medio de la laguna, vi la cabeza de un animal. A primera vista, supuse que se trataba de una especie desconocida de cisne, pero las curvas visibles en el agua me llevaron a decidir que su cuerpo se parecía más bien al de un cocodrilo./El propósito de esta carta es pedirle ayuda...", etc.
Según algunos Sheffield nunca había visto al misterioso animal, sino sólo sus huellas, según otros lo había visto a través del vidrio de una botella de licor. Para A. Díaz González y J.D.Matamala "Sheffield habría hecho esto como una cargada para que la gente saliera a conocer la Patagonia. Pero a pesar de todos estos dichos, hay gente que decía que efectivamente había un plesiosaurio en la Laguna Negra o del Plesiosaurio... No en el Lago Epuyén, como muchos la sitúan".
Una de ellas es -precisamente- la propia hija de Sheffield, Doña Juana la que, ante nuestro estupor, nos contó como había sido ella, a la edad de 10o 12 años, la que había visto el extraño animal. Según ella su padre había visto los rastros cerca de la laguna a la que solían ir a cazar patos: "los rastros era anchos, pero parece que tenía las patitas cortas, no como esos que andan mostrando por ahí". Como al mes ella había ido a "buscar un caballo por un mallín, y al otro lado del río (...) miramos enfrente y vimos como una cosa amarilla, que le volaba como un bellecito, un pelito". Según Doña Juana el animal, al que vieron como a una distancia de unos 15 metros, estaba echado durmiendo, por lo que sólo pudieron ver la caja del mismo, que era como la de un vacuno. En otra oportunidad ella y su hermano Tedy también lo vieron debajo del agua en el río Epuyén y sentí que daba como unos bramidos (..). Ese bicho a andado por todas partes".
El mítico animal nunca apareció. Años después Sheffield fue encontrado muerto en el Arroyo Las Minas, donde se dedicaba a buscar oro, allí queda enterrado por bastante tiempo, siendo trasladado al cementerio de El Bolsón en el año 59. Pero la leyenda de este gaucho-yanqui andariego, siempre montando en su caballo blanco, con su perro y su bota de vino, que infundía respeto por su gran puntería y su tono potente de voz sigue vigente en nuestra Patagonia. Para Díaz González y Matamala "La figura de Sheffield era simpática, más que terrible. Totalmente simpática. El frecuentaba los mejores lugares que había en aquella época. Era un tipo muy querido".

Bibliografía: Antolín Díaz Gónzalez y Juan Domingo Matamala: El Bolsón como yo lo conocí.
Bruce Chatwin: En la Patagonia.
Argentina Austral.
Esquel, Bodas de Plata, 1950.
LLwyd Ap Iwan, diarios de exploración traducido por Tegai Roberts.
Entrevista con Juana Sheffield, noviembre de 1995.


Tercer Relato:

El Plesiosaurio o plesiosauro del lago epuyen

Una mañana de enero de 1922, el doctor Clemente Onelli, director del jardín Zoológico Nacional de La Plata, encontró la siguiente carta sobre su escritorio:
"De mi consideración: Sabedor de su interés publico, deseo llamarle la atención sobre un fenómeno sin duda del mayor beneficio, y que además podría permitirle adquirir un animal desconocido hasta ahora por la ciencia: Hace algunas noches vi unas huellas en un campo junto a la laguna donde tenia instalado mi campamento.



Muy atentamente.

Martín Sheffield"

El autor de esta carta era un aventurero del condado de Tom Green en Texas, quien se autodenominaba sheriff y llevaba la estrella correspondiente y el sombrero como prueba del cargo. Aproximadamente apareció en la Patagonia, con un cierto parecido a Ernest Hemingway, y vago por las montañas “mas pobre que Job”, con una yegua blanca y un perro alsaciano por compañía.

Persistía en el la ilusión de que la Patagonia era una extensión del Lejano Oeste. Era un gran tirador. Desde la orilla del río cazaba truchas, le daba al cigarrillo que el jefe de policía llevaba entre los labios y tenía el hábito de agujerear los tacones de las mujeres.

(…) Onelli convoco a una conferencia de prensa y anuncio la próxima caza del plesiosauro. Una dama de la sociedad contribuyo con 1.500 dólares a la compra del equipo necesario. Dos jubilados escaparon del hospicio de las Mercedes para luchar contra el monstruo. El plesiosauro inspiro también el nombre de un tango y de una marca de cigarrillos. Cuando Onelli insinuó que quizás seria necesario embalsamarlo, el Jockey club expreso la esperanza de poder exhibirlo, pero esto provoco las protestas de don Ignacio Albarracin, de la Sociedad Protectora de Animales. Entre tanto el país estaba paralizado por una elección general que debía decidir si se cambiaba o no al presidente radical, el doctor Hipólito Irigoyen, y de alguna manera el plesiosauro logro incorporarse a la campaña como emblema de la derecha.


La expedición, impulsada por Clemente Onelli, estaba compuesta por el Ing. Emilio Frey como jefe, geógrafo y gran conocedor de la región; José M. Cinaghi administrador del Zoo y cazador; Alberto Merkle, taxidermista y Santiago Andueza, experimentado tirador. Recorrieron la zona en abril del mismo año. La comisión realizó una observación minuciosa de la laguna del Hoyo de Epuyen y hasta dinamitaron distintos lugares de la misma sin obtener resultados. Finalmente dejaron la región sin noticias de semejante animal. En Bariloche los recibió un desfile de disfrazados y una enorme carroza simulando un gigantesco plesiosaurio.

Dos diarios inclinados a acoger con beneplácito el capital extranjero adoptaron el plesiosauro. La Nación confirmo los preparativos para la caza y le deseaban buen éxito. En la prensa el entusiasmo era mayor aun: “La existencia de este rarísimo animal que ha despertado la atención en el extranjero es un acontecimiento científico que llevara a la Patagonia a una posición privilegiada por el hecho de contar con una bestia tan insospechada.” En Buenos Aires zumbaban los cables.

Edmund Séller, compañero de caza de Teddy Roosevelt, escribió solicitando un trozo de piel para el Museo Norteamericano de Historia Natural, en memoria de su viejo amigo. La universidad de Pennsylvania manifestó que un grupo de zoólogos estaba dispuesto a partir de inmediato para la Patagonia, añadiendo que si atrapaban al animal el lugar mas adecuado para el era Estados Unidos.

“Resulta obvio”, comentaba el Diario del Plata, que “este mundo fue creado para mayor gloria de los norteamericanos, manifiesta en la doctrina Monroe.”

El plesiosauro fue un regalo providencial para la izquierda. Clemente Onelli, el campeón que mataría a la bestia, aparecía como un nuevo Parsifal, Lohengrin o Sigfrido. El diario La Montaña dijo que, domesticado, el animal podría resultar útil para los infortunados habitantes de la Tierra del Diablo, Alusión a la revuelta de los peones en el sur de la patagonia que había sido sofocada enérgicamente por el ejército el mes anterior.

Otro articulo llevaba el titulo de “El dragón de Capadocia” y la publicación nacionalista La Fronda escribía: “Este animal milenario, piramidal y apocalíptico hace un ruido de la madona y por lo general aparece en medio de los opacos sopores de gringos borrachos.” (…) Martín Sheffield murió en 1836 en Arroyo Ñorquinco. (…) Una cruz de madera con las iniciales M.S señalaba su tumba, pero un cazador de Buenos Aires se la robo. El hijo que tuvo con una mujer indígena vivió en El Bolsón.

Fuente: IN PATAGONIA
BRUCE CHATWIN 1940/1989
Primera edic. En ingles: Jonathan Cape Ltd, 1977
Traducción BOLSONWEB.COM
 

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