lunes, 18 de marzo de 2013

MIS LIBROS FAVORITOS: PODER Y DEBILIDAD DEROBERT KAGAN; CHOQUE DE CIVILIZACIONES DE SAMUEL HUNTINGTON Y EL FIN DE LA HISTORIA DE FRANCIS FUKUYAMA

Portada de Poder y debilidad

Tras años de mutuo resentimiento y tensiones, hoy está claro que los intereses de Estados Unidos y Europa divergen cada vez más, y que la relación transatlántica ha cambiado notablemente, posiblemente de forma irreversible.
Tras años de mutuo resentimiento y tensiones, hoy está claro que los intereses de Estados Unidos y Europa divergen cada vez más, y que la relación transatlántica ha cambiado notablemente, posiblemente de forma irreversible. Europa cree que Estados Unidos es una potencia arbitraria, unilateral e innecesariamente beligerante.

El pensador
Samuel P. [Huntington]
Samuel P. Huntington, nacido el 1927 en los EEUU, es uno politólogo de relieve internacional; hoy ejerce de profesor de Ciencias Políticas en la Universitat de Harvard. El 1970 fundó la revista Foreing Policy ("Política Exterior"), el 1977 entró a formar parte del Consejo de Seguridad Nacional de la Casa Blanca. Su primera obra importante es de 1968: El orden político en las sociedades en cambio. En 1991 publicó La tercera ola. La democratización a finales del siglo XX; pero la obra que ha puesto Huntington en la lista de los investigadores actuales más influyentes es The clash of civilitzations and the remarking of world order ("El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial"), de 1996. ¿Cuál es el núcleo de la argumentación de Huntington?

La Obra
Durante las décadas de la guerra fría, expone Huntington, los conflictos mundiales tenían raíces de orden ideológico y económico; inicialmente el planeta estaba configurado en dos bloques, el occidental o capitalista y el bloque comunista; posteriormente, se formó un tercer bloque, el de los países no alineados. Con la caída del bloque comunista se esperaba que el otro bloque, el occidental, se impusiese plenamente, pero no ha sido del todo así sino que, contrariamente, ha emergido un mundo plural, un mundo de civilizaciones. No se ha instaurado, como muchos profetizaban, la victoria final de Occidente sino que se ha dado un resurgimiento o una reafirmación de viejas civilizaciones. Resurgimiento y reafirmación que han comportado un alejamiento y un rechazo de todo aquello que proviene de Occidente, que han supuesto un retorno a los más autóctonos orígenes culturales: unos orígenes que son fundamentalmente religiosos. Así, pues, emergen unas viejas civilizaciones que tienen en una religión su más profunda identidad.
¿Cuáles son estas civilizaciones emergentes? Huntington constata (1996) el resurgir islámico (muchos países que en las décadas de la guerra fría asumían el marxismo-leninismo o que formaban parte de los países no alineados, actualmente encuentran su identidad y esperanza en el islam), la civilización china (la milenaria China recupera el confucionismo], la concepción de la vida del maestro Confucio, del siglo VI antes de Cristo), la civilización japonesa (formada a partir de la china pero con tradiciones propias), la civilización hindú (que tiene un núcleo cultural de más de tres mil quinientos años), la civilización ortodoxa (emparentada con la Occidental pero que remarca las diferencias), también la civilización budista y, con futuro impreciso, la civilización africana y la latinoamericana.
Este nuevo orden mundial tiene sus riesgos. Las civilizaciones emergentes se consideran superiores a la de Occidente, con valores morales más auténticos. Huntington prevé que, por vía del desafío demográfico (el 2025 más del 25% poblacional mundial será musulmana) o por vía del crecimiento económico (el 2025 Asia incluirá siete de las debe economías más fuertes del planeta) o por vía de la militancia creando inestabilidad, el poder y los controles de la civilización occidental se desplazarán hacia las civilizaciones no occidentales. Así, un choque de civilizaciones, de estas civilización arraigadas a religiones, dominará la política a escalera mundial: en las fronteras entre civilizaciones se producirán las batallas del futuro. Una de estas fronteras o líneas de fractura pasa precisamente por la ex-Yugoslavia dividiendo sus pueblos.
[Choque] de [civilizaciones]
El retorno a las culturas autóctonas o indigenización dificulta hablar de principios éticos y valores universales. Para muchos chinos y para muchos musulmanes la democracia y la misma Declaración Universal de Derechos Humanos son creaciones occidentales, no universales. En esta situación, si se quiere evitar peligrosos enfrentamientos, es urgente buscar los atributos comunes en todas las civilizaciones, es decir, tenemos que perseguir, aceptando la diversidad, la moralidad mínima que se deriva de la común condición humana.

 

La polémica sobre el fin de la historia tiene como punto de partida la publicación por el politólogo Francis Fukuyama (Chicago, 1952) de un artículo bajo ese título, con interrogante, en la revista The National Interest, en el verano de 1989, seguido poco después en el libro El fin de la historia y el último hombre (1992). En vísperas del hundimiento del bloque comunista, Fukuyama pronostica el triunfo definitivo del liberalismo económico y político, una vez derrotados sucesivamente los totalitarismos fascistas y comunistas. En la estela de Hegel, la propuesta significa que una historia de dos siglos de enfrentamientos ha terminado y que una vez superados definitivamente el liberalismo sólo tropezará en lo sucesivo con enemigos menores, de origen nacionalista o religioso. El mundo desarrollado, al haber sido eliminadas las contiendas del pasado, será en consecuencia poshistórico, quedando la historia como rémora para aquellos países que siguen apresados en conflictos ideológicos, nacionales o religiosos. El conflicto principal puede surgir de la posible divergencia entre la evolución positiva de los sistemas sociales y políticos, con un punto de llegada bien preciso -"la democracia liberal constituye la mejor solución al problema humano"- y la evolución del pensamiento de la modernidad, cargado de confusión respecto de ese proceso. La insatisfacción no surgirá, piensa, del fracaso en alcanzar el bienestar, sino precisamente entre quienes lo han logrado. La tensión interna en las democracias liberales no procederá de la isothymia, el deseo a un reconocimiento igualitario, sino de la megalothymia, la ambición de destacar realzando el propio valor.

más información

El error de la utopía liberal

de Fukuyama consistió ante todo en suponer que esos dos mundos, el de la libertad y el de la historia, seguirán vías alejadas entre sí, con un escaso grado de interacción. Mientras en los años sesenta el economista W. Rostow describía la desigualdad apreciable en los procesos de modernización al modo de los aviones que realizan sucesivamente el despegue (take off) de una pista, Fukuyama adopta un enfoque más pesimista: unas carretas alcanzarán su destino, otras lo harán más tarde, otras pocas en fin no llegarán. Menosprecia la posibilidad de que los rezagados, envueltos en la miseria, conscientes de sufrir una creciente desigualdad, multipliquen los estallidos de protesta o planteen alternativas al feliz dominio de las democracias poshistóricas, y sobre todo la perspectiva de que la religión sirva, no sólo para suscitar conflictos locales, sino para apoyarse en el subdesarrollo y enfrentarse mediante el terror a escala mundial con la orientación. El sistema bipolar vigente en la última fase de "la historia" tenía un efecto estabilizador de todo conflicto por debajo del principal que enfrentaba a las potencias occidentales como el mundo comunista. Una vez desaparecido, la pretensión americana de implantar un "nuevo orden internacional" entró rápidamente en quiebra. La enorme superioridad tecnológica de la potencia que encarna, en sí y para sí, el triunfo de la democracia liberal, no sólo ha sido incapaz de controlar ambos tipos de alternativas, sino que con su imperialismo cargado de buena conciencia tras el 11-S ha contribuido a incrementar la inseguridad a escala mundial. Comienza otra historia y es significativo que el blanco de las críticas de Fukuyama sea hoy el pensamiento neoconservador de su país.
Antonio Elorza es catedrático de Historia del Pensamiento Político en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociología de la Universidad Complutense de Madrid y autor de libros como Umma: el integrismo en el islam (Alianza) o Arcaísmo y modernidad. Pensamiento político en España, siglos XIX y XX (Alba)

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