Yo vi la ciudad de lejos
parecía dormida
y sus silencios se
extendían
a esas horas del mediodía
de siestas convertidas en
rutina.
Entre los pinos se ve el
mar
y las playas sobre las que las aguas se vienen a dormir
tranquilas
cerca de un paseo
por el que transitan como
si fueran hormigas
hombres y mujeres
a esas horas de la mañana
en que todavía la playa muestra sus arenas vacías de gentes, hamacas y sillas.
Carretera hacia arriba
las rocas desnudas se
visten
de cemento y hierro
y de esta forma crecen
los chalets y villas
con sus jardines y
piscinas
entre los cánticos
serenos de las chicharras dándonos la bienvenida a pecho descubierto.
En Cullera el mar se abre
sobre la bahía
y se cierra en sus
pequeñas calas
de rocas vivas
en días de
calma chicha
y de tormentas veraniegas cíclicas.
Autor: José Vte. Navarro Rubio
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