La primera vez que me arrepentí
fue por no haber hecho lo que quería
y ese pensamiento me persiguió media vida.
Me arrepiento
de no haberle pegado una bofetada
a aquel que se decía amigo
y me quitó 20 pesetas
para comprarse un helado
Desde entonce comencé a odiar a los helados
y a todos los productos de pastelería
a ello se debe que lo salado
sea una constante en mi dieta equilibrada
y que el azúcar lo consuma
solo por aquello de poder decir que soy solidario con el régimen de Fidel Castro.
Me formé en mi niñez de identidades
a las que no he renunciado.
Recuerdo a Fidel Castro fumando puros
y dando órdenes a destajo.
al Che Guevara muerto sobre una camilla
y a las hienas que lo asesinaron
sacándose fotografías sobre el cadáver violentado,
no se me olvida la pobreza de los negros
y aquellas campañas solidarias en que se pedía para se pudieran llevar a la boca algo,
las canciones de Victor Jara me persiguieron
hasta que un asesino en potencia le machacó las manos
antes de pegarle ni se sabe cuantos tiros a bocajarro,
el primer entierro al que asistí me impresiono más de lo acostumbrado,
fue el de mi abuelo
nunca jamás he vuelto a ver unos dedos agarrados a las sábanas con tanta fuerza y desgarro,
el sabía que se moría
pues un dolor intenso
le mordió allí donde el corazón solo bombea sangre a destajo,
me agradan las figuras de Julio Cesar y de Viriato,
al primero por morir fiel a su legado,
y al segundo porque combatió hasta su muerte a los romanos.
Autor: José Vte. Navarro Rubio
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