I
Poema de un día cualquiera,
de ese preciso momento
en que una barca pasa junto a la costa
y en ella veo
a dos dioses egipcios
mirando hacia el horizonte
mientras lanzan al agua
redes confeccionadas con hilados de oro que brillan como el mismo cielo que nos ilumina. ¡Tan sereno!
Mirad,
que silenciosa es la mañana
y que tranquilo el horizonte
se muestra ante estos dos seres
recubiertos de sales diminutas duras como el acero
combinadas con granos de arena
que llaman mi atención
mientras atento oigo
el sonido de graznidos en estéreo
que desprenden las aves vespertinas
que cruzan por el cielo
a ritmo de merengue y samba ¡que tremendo!
De amar en la mañana
está loco hoy el tiempo.
Veo
brotar la rabia de las nubes
en forma de aguacero
al tiempo que contemplo
sus ojos redondos como piedras de molinos encendidas en deseos.
De aquel Antiguo Testamento
se escapa por estos tiempos
un Sansón ya ciego
que duerme en mis cabellos
y se alimenta de todo aquello
a lo cual presto el tiempo justo para decir que he pasado un mal sueño
II
Caballo de madera o porcelana,
de metal o vidrio,
de acuarela pintada en un lienzo
o al carboncillo, todo muy negro,
en una nube de triste sentir
que pasa relinchando
y me invita a seguir su camino por los cielos
Caballo de cartón
con herraduras de metal
trotando entre campos repletos
de girasoles, avenas, trigos, cebadas y centenos
al tiempo que suenan unas campanas
en la lejana torre de una iglesia de duro basamento.
Autor: José Vte. Navarro Rubio
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