jueves, 19 de septiembre de 2013
POESÍA: EN LA MUERTE DEL POETA JUAN LUIS PANERO
No hay soledad sin muerte
si es que la hubo, no hay
en los días
horas en que los solitarios
sean en algún momento menos humanos
ni peores individuos
que los cortesanos
y filósofos arrepentidos
de esas vidas que llevan siempre en pos de poner adjetivos
a lo que se intuye o intuimos, no hay
comas ni puntos
en la vida de Juan Luis Panero, ya fallecido,
con una, su poesía, a mitad de camino,
como si fuera un buey atravesando la corriente de un río,
entre Borges, Eliot y Edith Piaff, así lo proclama un oráculo con Pitonisa de barro derretido
entre los labios de un griego en este siglo XXI por Alemania bien jodido.
No hay destierro
ni vuelta al pasado ni psiquiatra en el mundo
que pueda decir sin testigos
que la locura se corrige cuando se matan ciertos vicios, no hay
papel alguno, ni libro, ni tableta, ni pantalla con filtro
donde poder escribir algo parecido
a lo que Juan Luis Panero nos ha dejado testado
sin necesidad de notario que venga a avalar los hechos del poeta desencantado de todo un siglo.
Su nombre y apellido, uno y otro, son muy indicativos
de que el lebrel corrió por sendas y sembrados, salto ríos y llegó
puro, muy puro, a eso que algunos llaman la cima de su oficio.
Escritor, por señas, escritor por indicativo, escritor a fuerza de maldecir
a ese otro poeta, padre suyo, que todo lo envolvía entorno a su ser, solo el suyo.
Muerto es, muerto ha sido, quizás quede, esto es lo que queda de los grandes individuos
el nombre de una calle o de una plaza, o de un colegio o de un laberinto
perpetuando, pongan atención a esto último, al poeta, que no al hombre, que no a ese ser
que nació tocado por una lotería de la cual yo no quiero ningún número.
Es un piadoso oficio honrar a los muertos.
Sófocles.
Poeta trágico griego.
Autor: José Vte. Navarro Rubio
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