Quien pudiera cambiar la historia, un minuto que pudiera,
que digo un minuto, un segundo,
quien pudiera
decirle al militar, al político, al hombre que se dice de letras, al jornalero, al paria,
a la mujer que llora y espera,
quien pudiera, a todos ellos contarles a voz pegada a la oreja,
lo que ha cambiado el mundo y la que nos espera.
Cuantos y cuantas se cuentan con la mano
y me faltan dedos pues no me llegan
otras historias que no sean
de traiciones, de luchas externas e internas y de grandes egoísmos en todos los ámbitos
o esferas.
¡La historia! ¿Qué nos queda?
¿Quién las escribió y quién la interpreta?
En los sueños me llegan
las historias que yo quiero
historias que me hago a mi manera
sin necesidad de rebuscar en las hojas carcomidas de las enciclopedias otra cosa que no sea
un dato o una fecha.
me atrae la historia y al tiempo que lo digo
me entran sospechas
por eso la miro con lupa y cojo, aparto y me meto en la sesera, lo que quiero, como lo quiero
y la que me espera.
Quien pudiera haber cogido de la mano a más de un consejero de banco para haberle indicado
con cara destemplada donde estaba la puerta de salida que no la de entrada.
Quien pudiera al menos haber sido profeta para predecir buenos tiempos
de esos que traen buenas cosechas.
Quien pudiera ahora que la noche enfila una recta ascendente haberse sentado en el poyo
de una puerta
para escuchar cuentos y historietas
de esas que se trasmiten como si fueran únicas herencias.
Quien pudiera en España ser otra cosa que no parado, o joven sin empleo. Quien pudiera.
Ponga interrogantes y seguro que acierta
y si pone admiraciones que sean de este tipo de respuesta: ¡Ay de la vida que miseria!
Autor: José Vte. Navarro Rubio
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