martes, 31 de diciembre de 2013

POESÍA: ENTRE SUEÑOS PABLO NERUDA ME ACOMPAÑA POR UNOS MOMENTOS

 

Si alguien se pregunta
si fue verdad o mentira o producto del sueño
yo no recelo
de otra cosa que no sea el decir que estuve con Neruda
de viaje por París, Roma, Estocolmo
y Madrid, la de las alambradas de acero
y resistencia Numantina ante el enemigo fiero.
Pablo era un hombre bueno,
poeta para todo
incluso para escribir cartas de duelo
y con él en la embajada de Chile
leyendo sus libros de versos
me hice funcionario en esto de escribir de seguido como tren que se lleva el viento.
Fue Neruda mi maestro
y a lo visto
mis poemas se nutren
de los mismos alimentos
aunque los míos
por ser de los suyos como nietos
adolecen de esa porción de sentimientos
que los elevan a la categoría de cántico espiritual lego.
Con Neruda viví
sus últimos momentos
ya la dictadura machacando palabras y huesos
en Chile,
tierra en que nació
y en la otra, España,
la que le recibió, en su momento, entre besos.
Las dos, peso por peso,
le habían roto el corazón
y estrujado el cuerpo
contra el abismo de la tragedia
que a todos nos llega
cuando nos hacemos mayores, que no viejos.
Lo recuerdo con gorra, casi de marinero,
acudiendo a despedir a sus amigos
como si se tratara de un duelo.
Lo recuerdo llorando por Lorca y Miguel Hernández
y maldiciendo
a todos aquellos
que le habían exprimido sus sentimientos.
Llevado por el encanto que despide la cultura
bailó a la muerte sin miedo
aunque ante el pasaron cruces y féretros
de aquellos seres queridos y amigos que se resistieron a clavar las rodillas sobre el suelo.
Con Neruda murieron también los buenos versos
escritos por él a esas horas
en que los aviones vomitaban
metralla y fuego
sobre las trincheras, palacios, parques, ministerios y colmenas de las casas de los obreros.
Lo recuerdo
bien vestido para el momento
haciendo de anfitrión
en una de aquellas fiestas donde se iniciaban los jóvenes talentos
y a él
tan pulcro y sereno
hablando por debajo de sus labios recios
para no romper el encanto de los versos.
Le recuerdo acudiendo
hasta allí donde sus amigos, Federico, Rafael y Miguel: Garcia Lorca, Alberti y Hernandez
le pedían algún verso
de compromiso cierto
con el que levantar los ánimos de los combatientes que en las trincheras dormían
con los ojos abiertos, el fusil al hombro y el uniforme siempre sobre el cuerpo puesto.

Autor: José Vte. Navarro Rubio

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