domingo, 8 de diciembre de 2013

POESÍA: A MANDELA (MADIBA) UN HOMBRE BUENO



En la República de Sudáfrica
hubo un líder negro
que invocando a los espíritus
se llenaba de ellos.
Fue Madiba
como un Dios del Sol
y como del rayo un destello
que todo lo llenó
con su particular sello
de ese color
y de ese estruendo
que solo pueden propagar
los espíritus buenos.
En Sudáfrica que fue
cuna del terror de los blancos contra los negros
se abrió,
Madiba trabajo en ello,
un mundo nuevo
sin odio racial y sin miedo
a estrecharse unos y otros las manos y a hablar
en un mismo tiempo los blancos y los negros.
La sonrisa de Madiba
se extiende por el firmamento
como si su propagador fuera un astro nuevo
que apareció para ocupar
esa porción del cielo abierto
reservada en este caso para un Dios de carne y hueso.
En las selvas y ciudades
se oye un mismo grito de dolor
por encima de los árboles milenarios
y de las azoteas de las casas
de los blancos y de los negros
ellos y ellas
fabricadas con las lágrimas de quienes murieron
sin probar de ese espiritual maná y alimento
que Madiba trasmitía
con solo extender su sonrisa a los vientos.
Había en otros tiempos
quejidos rotos
y crueles lamentos
provenientes de quienes desde siempre se veían
como si fueran cazador y conejo
corriendo por un coto  uno detrás del otro
entre los aullidos de los perros.
Con Madiba se extiende,
como si fuera tinta
desparramada de un tintero,
un mensaje que alguien escribe
para que todos sepan que ha muerto
nuestro hermano, padre y abuelo,
todo a la vez  y para lo bueno,
y es por ello
que merecidamente se ha ganado
un lugar destacado en el cielo.
Tanto dolor y sufrimiento
sobre su cuerpo
solo sirvieron
para sacar fuera
sin necesidad de afilar el machete
ni de cortar cuellos
aquello que hace a los hombres libres
y los convierte con el tiempo
en parte de la historia que se trasmite por el agua y por los cielos
como si fuera una onda
en cuyo centro
un hombre de cabellos blancos sonríe sin miedo
de oreja a oreja
y de corazón al epicentro
del resto de corazones de quienes se sintieron
atraídos por la palabra de quien nunca renegó de su pueblo.
 Fue como las piedras
sobre un camino mil veces rehecho
el único elemento
que sirvió junto al barro
para abrir la vista a nuevos espacios
solo posibles en los reinos de los sueños.
Sin Madiba hubiera sido,
creo en ello,
la locura de un pueblo
en forma de terror y de fuego,
con Madiba todo fue posible
hasta el abrazo tierno
del verdugo
y el que sin desprecios
ofreció algo más que una porción del mismo veneno.
Solo la palabra fue,
que bello recuerdo,
el único elemento
contra el odio imperecedero
de unos contra otros
y de todos contra ellos.
Dicen que desembarcó en un puerto
donde la soledad amarraba
a los barcos y cargueros
contra un muelle donde chocaban los cascos y se fundía su acero.
Llegó como buen hijo dispuesto a ello
desde el más impuro de los destierros
después de años y más años bebiendo
en las fuentes de la sabiduría y con un solo cometido en su cerebro
que la voz de un pueblo, su pueblo,
solo fuera de amor y reencuentro
entre los que nacieron, ellos y ellas, jóvenes y viejos
en una misma patria
aunque diferente fuera su color aquel que cubre por fuera los cuerpos.

Autor: José Vte. Navarro Bueno

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