lunes, 2 de diciembre de 2013

POESÍA: Y VOLVÍ A PINAREJO

 

Y volví
ya las paredes caídas
y las vigas desnudas al descubierto
con sus cuerpos magullados
como si hubieran sido partidas por un millón de rayos.
Ya las ventanas solo eran
unos artículos propios de un rastro
y la escalera por la que mi madre subía
llevando tarugos de leña
con los que alimentar la estufa de leña de la alta estancia
se había convertido
en un vacío.
A través de la pared del patio vi
el tronco de un olmo
y algunas ramas de las cuales pendían
hojas como si fueran
murciélagos tendidos boca abajo
durmiendo un sueño eterno.
Era la casa de mi vida,
la única casa,
esa que todos tenemos
y algunos recuerdan más que otros
y en esa casa en su día vendida
solo quedaban cielos abiertos
y noches hambrientas de misterios
en todos los días que quedan de aquí hasta que todo sea olvido.
Me adentré como pude
entre cascotes de tejas y montones de barro cocido
en los cuales crecían
indomables todavía
amapolas y cardos hambrientos de miradas
y anduve
hasta la profundidad de la casa
allí donde un día esta se abría hacia su corral
sin más maullidos, cacareos y ladridos
que los del viento al descifrar mis recuerdos.
Me entretuve mirando, observando y llenándome de recuerdos
y al final huí
hacia donde la Veguilla de mi pueblo con sus prados ya abandonados e inhóspitos
me llevó
como en aquellos días en que siendo niño
me acercaba hasta la rambla de juncos verdes donde las  mujeres tendían la ropa
mientras cantaban y reían
sin importarles nada ni otra cosa que no fuera
el ser felices
en lo poco de envidias
y mucho de dichas
que sus padres les habían dado
y ellas nos trasmitían tan inocentemente.

Autor: José Vte. Navarro Rubio 

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