jueves, 2 de enero de 2014

POESÍA: EL SABIO Y SU ECUACIÓN MÁXIMA



Medía las palabras
y por eso le llamaban sabio.
A todo le encontraba un sitio
y en si mismo fabricaba
aguardientes de esperanza,
perfumes con que aliviar las pesadas cargas,
turrones amasados con caricias en la cara,
embutido de los buenos y a la antigua usanza rellenos con palabras de alabanza.

Nunca se desesperaba y para todo hallaba
el momento más apropiado para decir la frase adecuada:

-El amor es un ruiseñor que llama a mi ventana.
-La luna se columpia cuando alguien la llama guapa.
-El sereno se come las llaves cuando nadie por las noches le llama.
-Eres tú el rayo que en el cielo falta.
-Se bueno y reparte pues algún día a ti te puede hacer falta.
-La muerte llega porque alguien la llama.
-No duermas tanto y trabaja, aunque sea poco y te duela la espalda.
-Si no luchas alguien luchará y te ganará la batalla.
-Los ojos de la bomba atómica tienen telarañas.
-El niño en la cuna te analiza y te clava como si fueras un cuadro en su mirada.
-El sabio analizaba la historia de la humanidad y este siglo XXI no le cuadraba:
-Con tanto paro y que se hicieran horas extraordinarias.
-Con tanto hambre y que la comida se tirara por estar caducada y falta de demanda.
-Con tantos enfermos esperando que alguien los operara y médicos en el paro ¡vaya jugada!
-Con tan jóvenes sin ilusiones vagando por las calles como perro sin amo ni casa.
-Y con tan solo unos pocos seres humanos ganado a espuertas lo que a otros les faltaba.

El sabio lanzó una teoría y casi lo matan
pues quería repartir todo aquello que sobraba,
por eso el sabio así mismo se analizaba
y él sin necesidad de que nadie le volviera a ladrar en la cara
llego a vaticinar lo que  pasaba.

Todo era,
que mala pata,
que de tanto resolver teorías
había encontrado la ecuación máxima
aquella que a base de dividir
conseguía que cambiará
el diagnóstico de los economistas
y así resolver el enigma que atenazaba,
como mordisco de perro en la garganta,
a los pobres del mundo,
a los parados,
jóvenes sin esperanza
y enfermos sin camas.

Autor: José Vte. Navarro Rubio
 

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