En aquella calle Nueva
tan vieja en Pinarejo
como sus años de vida
recuerdo una barbería
a la cual de pequeño acudía
con cara de espanto
y con una cierta tirria
a las tijeras de barbero
y a aquellas maquinas de rasurar
que solo conocían
el número cero como punto final
y de partida.
Y entre juegos con aros
y algunas que otras fechorías
a uno se le nubla la memoria
y la vista
entre olores a rosas
de aquellas alamedas
ya perdidas
y despertares en habitaciones
con no más luz
que la que da de sí
una cerilla.
En el estanque de la memoria
todavía anidan,
como si fueran guachos
hambrientos de caricias,
viejas pozas en el Charcón
tan profundas
que el eco en ellas se escondía
entre los grandes peñascos que se alzaban en forma de pared
de cara vista,
caldera de espliego
con olor a monte
y a vida
y quehaceres diarios que iban
desde la salida
hasta la puesta del sol
con sus hermosas vistas
y dependiendo del año, y mes, de los ciclos, cosechas y vivencias típicas
de un pueblo, en la Mancha, que vivía
de la agricultura y ganadería,
y de poco más que no fuera
lo que en el Quijote se recoge
y lo cual nos produce
una cierta melancolía.
Autor: José Vte. Navarro Rubio
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