PARTE DEL ARTICULO DE JAVIER MARIAS
Así protegen los vándalos
La nueva Ley de Costas que prepara es un canto a la destrucción y el
pillaje. Ya saben que el Ministro Arias Cañete (santo cielo, el menos
mal valorado en las encuestas) permite que se edifique a sólo 20 metros
del agua, en vez de a los 100 anteriores; también que ha amnistiado las
construcciones ilegales –incluso las metidas en las playas– y les ha
dado 75 años (!) de prórroga y autorización para ser vendidas y hacer
negocio con ellas. Que no se va a derribar ni un adefesio ni un monstruo
condenados por los tribunales. Pues bien, no se queda ahí el
vandalismo: el Secretario de Estado de Medio Ambiente, Federico Ramos,
lo ha dicho con toda desfachatez: “El impacto que ya está hecho,
aprovechémoslo”. No entiendo cómo este sujeto –o sí, por desgracia lo
entiendo– no ha sido destituido en el acto. Salvando las insalvables
distancias, es como aquellos nazis que reflexionaron: “Ya que nos
estamos cargando a tantos judíos, aprovechemos para hacer jabón con
ellos”. O, para no ser exagerado, algo más neutro y abstracto: “Ya que
hay tantos destrozos, cometamos unos cuantos más y así les sacamos
beneficio”. Lo cierto es que esta nueva Ley va a multiplicar los
chiringuitos playeros. Duplicará el tamaño que pueden ocupar, hasta los
300 metros; en vez de los 200 hasta hoy exigidos entre uno y otro
negocio, ahora serán 150, o, si las actividades son “no similares”, tan
sólo 75; ya no se restringirán, sino que se fomentarán en las playas
“eventos con repercusión turística” de todo tipo (repugnantes tomatinas,
por ejemplo), citas deportivas y “culturales” y fiestas; se recortará
la zona de dominio público, esto es, se nos expropiará lo que es de
todos para entregarse a los explotadores (ayuntamientos, comunidades
autónomas, dueños de garitos y organizadores de chorradas). Bien, cuando
no haya donde bañarse, o se levanten olas de 15 metros y arrasen los
chiringuitos, las aberraciones arquitectónicas y los chalets
invasores, vayan a pedirles cuentas a Cañete y a Ramos. Mientras tanto,
las costas serán una verbena permanente y abigarrada, se verán atronadas
por música hortera y plagadas de mirones escupiendo desperdicios. Lo
mejor es el nombre de esta Ley, que me confirma en el título (“Juro no
decir nunca la verdad”) de un artículo reciente que sí me enfangó hasta
las cejas: Ley de Protección y Uso Sostenible del Litoral. Sublime. Así
protegen los vándalos.
elpaissemanal@elpais.es
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