martes, 22 de abril de 2014

POESIA: DE VIAJE POR TIERRAS DE LA PROVINCIA DE CUENCA



Todo es como el silencio
y como la decadencia,
agua estancada, espera.
Casi saliendo de Valencia, ciudad, dicen que reino, país que no aletea,
llegué a un portillo, antigua senda, ahora moderna autovía que me aleja,
y acerca a mi verdadera tierra.
Mientras cruzo por Requena
que sale a mi paso y me saluda con su castillo y bodegas,
antiguos palacios, posadas de viejas galeras
y conventos en los que resuenan ángelus y letanías pegadas a sus paredes viejas
me entran ganas de echar la siesta
pero desisto más que nada por vergüenza.
San Antonio se me muestra de lejos y de cerca
tan llena de orgullo que sus hijos e e hijas de diferentes tendencias
no dudan en clamar todavía su independencia
y por ser de buena mañana todavía hago parada en Utiel, altiplanicie cerca,
como quien espera que en ella
aparezca un ruiseñor y cante lo que en su alma se fabrica con sus penas.
Continua mi viaje
entre fuentes que corren por mi cabeza,
campos con cepas
en los que despuntan hojas verdes
revestidas por fuera de cera labrada por abejas
y llegan en ese transitar de mi vida por estas sagradas tierras
las aguas esas
que si las ves no se tocan
y si no se ven es porque alguien lejos, entre cantares y tejas, se las lleva.
Por fin
patria y frontera
de un infante que murió escribiendo moralejas
quedo petrificado cuando mis ojos contemplan
Alarcón, gran fortaleza,
con sus murallas, torreones y castillejos
en los que dormitan las comadrejas.
De esta forma ya comido
y con la panza llena de cordero y vino de la tierra
me marcho otra vez sin mirar atrás
pues los pecados que me invaden por dentro y por fuera
me pueden convertir  en estatua de sal
y en estas tierras
no se perdona nada que no sea
pagar la primera ronda antes de que la noche invada las tabernas
con historias tan viejas
que todavía por aquí se recuerda al sacamantecas
y al hombre del saco
aquel que llevaba sus alforjas repletas de niños y niñas en edad de ir a la escuela.
Honrubia con su presencia alivia mis penas
y el Castillo de Garcimuñoz, Garcijudea, tierra de delicada presencia,
me avisa de que Jorge Manrique me puede aparecer para leerme un poema
y así llego, libre de penas, a Pinarejo, mi casa y despensa,
si es que todavía anda por aquellas tierras

Autor: José Vicente Navarro Rubio

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