I
En esta madrugada
ya casi a punto de
levantarme
para irme a mi cita con mi destino
oigo el silbido
de la cafetera de Oroley
que conservo en mi mente
desde mis tiempos de niño.
Pero la realidad es otra
y sin atajos les digo
que lo que suena es un despertador de origen chino.
No es domingo,
ni lo dudo.Los domingos a mi casa llegan
con sabores distintos
Si fuera domingo
estaría hablando de otro
asunto.
Son
para desgracia de uno
las seis de la
mañana
"en punto"
y a mí alrededor
duermen por aquí y allá
y en el mismo sitio
desperdigados en un
universo confuso,
cada uno de los míos
a lo suyo,
el resto, en el total
incluido,
el perro que ronca y estornuda,
humanizado de lo lindo.
Silba
el tren de la vida
ahora detenido
en la terraza sobre la cual florecen los lirios.
II
“Horla City y otros”
¿a saber cual será el
último?.
El libro comienza
con Tita Merello,
preludio,
y continua con Hollywood,
meca del cine
en sus tiempos denominado mudo.
A lo que respiro
fue en el año 1961
cuando uno
dejó las secas tierras
del interior con ríos
para llegar en una
fotografía en blanco y negro que llevo conmigo
hasta la ciudad que lo
lanzó al mundo.
III
Me miro y
y a lo visto
estoy hecho de trozos de
humanidad
que el tiempo va
colocando en su sitio justo.
Todo sale
de ese cesto de la ropa
del cual me sirvo
para vestirme todos los
días de lunes a domingo.
Algo hay que no me gusta.
Entiendo que por ser
mortal
nacido
con el pecado
original
asido de la mano
como si fuera
pan duro
mi reino es este. Primero
y último.
IV
Todo me lleva a pensar en
la muerte
mientras bebo agua de una
fuente
que nace justo al lado de
un camino.
Casi seco el caño y su
caudal mínimo
las gotas de mi
existencia
no servirán para saciar
la sed
de ningún otro nacido.
Mis aguas no son de mar ni de río,
ni la sed que ellas
sacian
sirven para prolongar la
vida
más allá de lo que está
en algún lugar escrito.
V
¿De ese coche que pasa
quién sabe cual es su
destino?
La noche trasmite
las primeras noticias
de lo que el día traerá
entre sus alas vestidas con los despojos que los vientos
nos dan con sus torbellinos.
Vomita el coche que pasa
cerca de mi terraza con lirios
pasajeros, uno a uno.
No pienso en otra cosa
que no sea
en oír el rugido
del motor encendido,
trasmitiendo un movimiento continuo
a las cuatro ruedas.
Triste uno
las voces se alejan
mientras el coche se va dejando atrás humo.
VI
Escucho en la
televisión
un informativo
programado para no hacer
daño
al gobierno de turno.
Bajo las balas del fuego enemigo
atrincherado en el sofá me río
de esas provocaciones que a mi me pasan de uno a otro oído
sin dejar huella alguna en mi organismo.
Ya muy cerca el enemigo
miro a esa caja de cristal
en la cual unos monigotes
se cachondean de quienes se sumerjen en ese falso lirismo
que los falsos profetas dirigen a uno.
Por lo que intuyo
están a punto
de lanzarme, si no me
marcho, un aviso,
que yo rehuyo a sentir pues no me rindo.
VII
Ese silencio que me llena
¿se irá de mi vida algún
día?
Todo lo que pienso
después resulta que lo
adivino.
Sé que me levantaré
y me iré directo a darle vueltas a un grifo.
Sé que me lavaré
desde los pies a la
cabeza pasando por el ombligo.
Sé que mis dientes
recibirán mas pasta
de la que llevo en los
bolsillo.
Sé tanto que me aburro.
VIII
En ese recibo que miro
solo hay números. Abstractos ellos. Cojonudos.
Intuyo. Sé. Diluyo.
En mí nace un interés
por descubrir ese pequeño
mundo
al cual nos hacemos
desde que ingresamos en
ese grupo de los necesitados de recibos
para seguir viviendo bajo unos mínimos.
IX
Cada vez que cojo el
teléfono
escucho lo mismo..
me aburro de oír
problemas
cuya solución es el cero
más absoluto.
Me niego a ser
la bestia
que arrastra el
carro,
el carretero
que reniega lo
justo,
el carro
con más carga,
no
importa de que tipo.
y el camino
a través del cual todo mi ser se siente tan
tremendamente a disgusto.
X
Este libro que leo
me inspira tanto
que me
duermo lo justo.
Gracias por lo tuyo,
mientras yo quedo aquí
y por hoy
bien servido.
Espero que disfrute,
yo disfruto
para estos momentos
en que le escribo.
No sé si la carta llegará
a su sitio.
El mundo de Fabian Casas
queda comprimido
en una lata de escabeche
de la cual brotan
edificios
mientras en un parque junto a un arból sin frutos
la cometa de un niño se alza lo justo
para pensar que aires
nuevos recorren el mundo.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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