sábado, 23 de agosto de 2014

POESÍA: HABLANDO DE LA MAÑANA

Dicen de las mañanas los buenos tipos
que huelen a rosa y a sopa de mijo:
Dicen los que les viene en gana
y lo expresan con un sentido tan comedido
que a mi las mañanas me echan olor a paja seca que espera morir en el tiro
de una chimenea donde se cuece un buen cocido.
Con esto yo creía que ya estaba todo dicho
cuando de repente en esta mañana que acaricio como si fuera un pastel de nata con chocolate fundido
comienza a caer, cosas del destino,
agua que el cielo expande como si fuera un molinillo,
gota a agota, segundo a segundo,
entre un sol medio oculto
y un Arco Iris que se ve llegar desde lo más lejos hasta ese punto donde la lluvia se esfuma
como si hubiera sido un estornudo.
En aquellas mañanas de hace de esto unos cuantos siglos
ocurría a ciencia cierta lo mismo
pues la naturaleza es tan sabia y los hombres tan en el tema entendidos
que todo está escrito
bajo el ojo del que observa y con la fantasía, incluida, de cada uno.
Queda el suelo mojado, en esta mañana de tan buen recibo
entre vapores que parecen de gachas en una caldereta comidas acompañadas de buen vino.
El vacío de los cielos, no digo uno,
es infinito cuando se desangran en unos segundos
para volver otra vez a su trabajo productivo
de llenar las bodegas de buen vapor con el cual hacer esos pequeños racimos
de HO2 que preñan hasta las rocas con sentimientos más duros.
Todo nace, gracias al agua, entre delirios
a sabiendas que de vivirán un ciclo
y que después vendrá lo mismo
labrar con peines que revuelven la tierra desde lo más profundo,
plantar con mimo para que cada simiente esté en su surco,
abonar con esos alimentos tan nutritivos que sacan los colores hasta al muerto menos vivo
y recolectar con la gracia de esas maquinas que se llevan en sus intestinos
todo lo que pillan por delante sin importarles ¿el por qué? ¿ni el cómo ha sido?

Autor: José Vicente Navarro Rubio

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