domingo, 28 de septiembre de 2014
POESÍA: PINAREJO A LA LUZ DE LAS NUEVAS TECNOLOGIAS
(Foto-montaje de Paco Arenas)
En mi mente se refriegan los labios
las ideas.
Todas ellas caen en el pozo seco
del cual vivía una aldea
de cántaros pintados en las estrellas,
cantarillas que sonaban a perra gorda, chica, duro de plata y espuela.
En mis entrañas corroídas
por la espera,
como la muerte cierta,
como la espada de un conquistador de perdidas tierras
que vuelve cargado de sorpresas,
en mis entrañas queda el sabor del chocolate en taza de porcelana cuarteada en una alacena.
¿Teorema?
Cualquiera,
con tal que sea,
posible e inmediato
y con resultados vistos a poco que se ponga en ellos un poco de paciencia.
Árbol de la vida llena de sorpresas
con pájaros que se cuelgan
de las ramas que golpean las ideas.
Galaxias y Vías tan Lácteas
que a duras penas
uno puede echar la siesta
pues por delante de él pasan las estrellas
lanzando chispas y comiéndose los sueños que me golpean.
La luz que llega
con una clara propuesta
como si el recibo que se paga
cayeran en otra cuenta,
para esos momentos en que por la ventana se cuelan
duendes con campanillas y sotas vestidas de fiesta.
Si el maestro es el viento
y la escuela gravita en la atmósfera
los niños son de cera
y la pizarra una noche llena de problemas que esperan de una respuesta.
la Plaza con su pozo
llora de impaciencia
ciego se quedó y en el reinan muchas incumplidas promesas.
La era que espera
de la trilla
y esta que no llega
y ella, la era, muere sin que nadie entienda ¿por qué le tocó a ella?
La Iglesia con gavilanes apostados
entre las consumidas piedras
que dejan
ser casa de buenas siestas
y lecho de plumas con vistas al camposanto que les espera.
Calle de la Iglesia
en mi una tormenta
cuando veía como Santa Águeda, para su fiesta,
lucia hojalata en los lóbulos de las orejas.
Camino de Santa Ana
un pozo cuelga en mi memoria,
que todo lo recuerda,
al tiempo que el pozo se seca.
Calle de las Cruces de piedra
sobre las paredes indicando
por aquí se reza.
La Carrera tan parada ella
que quien por ella pasa
en Pinarejo se encuentra.
La Solanilla de soles como peras
que al comerse dejan la lengua seca.
Las tiendas con olores
a España eterna
que cuelga
de una lata de escabeche
con sardinas entre el pan comidas en épocas de siega.
Las tabernas
como quien vive consumido en penas
y el vino clarete de las tierras manchegas
fuera la mejor medicina
para aguantar hasta los ochenta
dando consejos y recibiendo reverencias.
La botica
en la que las medicinas se compraban
con la frente llena de surcos donde el polvo habitaba en casa ajena.
El herrero que sopla con tanta fuerza
que las brasas derriten sus ideas
y nacen de su brazos y del martillo que es su herramienta
azadones que pesan
más que todo el oro de las grandes haciendas.
La carpintería que convierte a los árboles
en vigas
y a las ramas en pulseras
con las cuales cegar las vistas de las mujeres que buscan a quien les quieran.
El albañil que se ciega
cuando ve la pared blanca
y en ella
un rayo de luz
que la llena.
El sastre que hilvana
con paciencia el calzón de un pastor
que va tras las ovejas.
Quien asó la manteca
y la que le cayó encima por esa ocurrencia.
El que se llevó de postre un racimo de uvas a la vendimia.
El pobre poeta cojo
por defender a la II República
que todavía espera
que alguien le tienda una mano a su desdicha.
El burro que se relame
cuando come de la paja seca
que en el pesebre se arremolina.
Tiene esta historia
tantas cosas que no se cuentan
que duerme el pueblo
y con él quien echa las cartas boca arriba en una partida.
Autor de la poesía: José Vicente Navarro Rubio
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