martes, 9 de diciembre de 2014

CALLEJERO POÉTICO DE L'ALCÚDIA: REYES CATOLICOS


Fernando e Isabel
por aquí
poco tuvieron que hacer
a lo sumo queda
esa fe
con la cual ellos mucho tuvieron que ver
en extender
en nombre de Dios
al cual ellos servían de forma fiel

Autor de la poesía: José Vicente Navarrro Rubio


Fuente: http://www.arteguias.com/
El año 1476, parte de la nobleza y de las ciudades de Castilla proclamaron reina a Isabel, hermana del anterior monarca, Enrique IV. Otro sector no menos importante del reino permaneció fiel a la princesa Juana, llamada la Beltraneja, hija del difunto Enrique. Ambas contaban con fuertes apoyos exteriores. A Isabel la sostenía su suegro, el rey Juan II de Aragón (y también de Navarra en aquellos momentos).
El principal valedor de los derechos de Juana era Alfonso V de Portugal, que se desposó con ella en Plasencia y se proclamó rey de Castilla. En la guerra civil entre los dos bandos la suerte de las armas sonrió a Isabel, casada con Fernando, el heredero de la corona aragonesa. Cabe pensar que de aquella contienda sucesoria era inevitable que saliera alguna unión dinástica decisiva entre los reinos peninsulares. De haber triunfado Juana, lo más probable es que las coronas de Castilla y Portugal se hubiesen unido. Al inclinarse la balanza por su tía y rival, se consumó la unión con Aragón. En 1479, en virtud del tratamiento de Alcaçovas, Alfonso y Juana renunciaron a sus derechos a la corona de Castilla e Isabel y Fernando a los suyos sobre la de Portugal. De este modo tan turbulento se inició un reinado que sería decisivo para el futuro de la península.
Suele decirse que con los Reyes Católicos -título con que les honraría años después el papa para equilibrar el de Rey Cristianísimo concedido al rey de Francia- empezó la unidad española. Lo cierto es que se trató de una mera unión de las distintas coronas de Aragón yo Castilla en la persona de sus titulares, expuesta a disolverse por cualquier vicisitud dinástica. Es lo que pudo ocurrir a consecuencia del segundo matrimonio que contrajo Fernando, una vez viudo, con Germana de Foix.
En virtud de la concordia de Segovia, Isabel y Fernando reinaban conjuntamente en Castilla, pero en Aragón, Cataluña, Valencia y Mallorca era sólo Fernando quien ostentaba el poder real. Cada uno de esos reinos conservaba sus leyes e instituciones propias y a todos los efectos los naturales de uno de ellos eran considerados extranjeros en el otro. Esto en el plano estrictamente jurídico, porque en la realidad era inevitable que la existencia de un monarca común tuviese una repercusión en sus trayectorias, separadas pero paralelas.
El sometimiento de la nobleza
Uno de los asuntos de estado en que más energía emplearon los Reyes Católicos fue en reafirmar la autoridad real frente a la altiva nobleza. En muchos casos la fórmula fue bastante expeditiva.
Uno de los instrumentos de que se sirvieron en esta lucha fue la Santa Hermandad, institución de raíz mucho más antigua, pero a la que infundieron nueva vida y centralizaron, especie de milicia concejil permanente que, a la larga, acabaría consagrada casi exclusivamente a la lucha contra el bandolerismo.
La pacificación de los reinos
Poco a poco, los Reyes Católicos consiguieron pacificar sus reinos respectivos.
La sentencia arbitral de Guadalupe (1486) puso fin a las Guerras Remensas en Cataluña y dio al principado el sosiego de que carecía desde hacía decenios. Por otra parte, el reforzamiento de la autoridad real tuvo su contrapartida en las autonomías municipales y locales.
Se acentuó la intervención de los reyes en el gobierno de las ciudades mediante el nombramiento de corregidores. En la Generalidad catalana el rey empezó a nombrar directamente a los diputados. Y para evitar que las Cortes aragonesas manifestasen con demasiada vehemencia su desacuerdo ante sus medidas autoritarias, el rey apenas las convocó en el curso de su reinado. Algo parecido ocurrió en Castilla, donde siempre que se reunieron fue con el propósito de refrendar el reforzamiento de la autoridad real.
La conquista de Granada
Una de las acciones más célebres de las emprendidas por los Reyes Católicos fue la de emprender la Guerra de Granada. Tomando como pretexto el ataque moro contra Zabara en 1481 se inició una contienda de larga duración (más de 10 años) aunque de irregular e intermitente desarrollo.
Las razones verdaderas de la conquista de Granada se fueron a la rumba con los propios monarcas, aunque probablemente y tras el esfuerzo de pacificación y fortalecimiento del reino, los monarcas vieron la oportunidad de culminar el proceso de reconquista y de paso desahogar las belicosas energías de la nobleza recién domesticada en empresas menos dañinas para los propios cristianos.
Fue el 2 de enero de 1492 cuando tras este decenio de sangrientos enfrentamientos el rey Nazarí Muhammad XI (Boabdil el Chico) entrega la ciudad de Granada, último reducto del reino que se había ido perdiendo poco a poco.
Las condiciones de la capitulación permitían a la población musulmana conservar sus bienes y religión por lo que la población mudéjar resultante fue cuantiosa a pesar de que la aristocracia nazarí prefirió emigrar al norte de África.
Los Reyes Católicos y la Inquisición
Aunque la institución y los métodos de la Inquisición se han vinculado habitualmente a España, hay que recordar que como institución nace en el siglo XII (1184) en el mediodía francés para velar por la pureza de creencias y erradicar la herejía (inicialmente contra la herejía cátara). La Inquisición medieval estuvo ligada a la Iglesia, primero a los obispados y más tarde al papado con la administración de los frailes dominicos.
Si bien la inquisición medieval tuvo momentos de dureza en los siglos bajomedievales en Europa como en la eliminación de los cátaros o en controvertidos procesos de dudosa legalidad (manipulados políticamente por conveniencia de ciertos reyes) como en los procesos contra los templarios o contra Juana de Arco, lo habitual fue una actividad relativamente tranquila.
Esta inquisición medieval no tuvo especial relevancia en los reinos cristianos peninsulares pues sólo fue establecida en Aragón, quedando completamente al margen la Corona de Castilla.
La principal novedad de la Inquisición Española que nace en 1478 y no se aboliría hasta 1821 es el control directo de la monarquía que la convierte en brazo centralizador de su autoridad. Ejemplo de ello es que, mediante bulas papales, los reyes católicos obtienen la facultad de proponer candidatos al cargo de inquisidores. Por su parte y a pesar de la oposición sufrida la Inquisición Medieval aragonesa fue abolida en beneficio del nuevo tribunal.
El principal colectivo que fue vigilado y perseguido fue el de los judíoconversos, es decir la población de origen judío y que sobre todo en los siglos XIV y XV habían decidido (por coacción o sin ella) convertirse al Cristianismo.
La expulsión de los judíos
El problema judío en la España bajomedieval ha llenado miles de páginas de historiadores en decenas de publicaciones que han tratado de profundizar en las verdaderas razones por las que los Reyes Católicos promulgaron en 1492 el famoso decreto de expulsión.
Toda circunstancia histórica y más si es de la transcendencia de ésta es fruto de múltiples matices y en ocasiones de secretas causas.
Sin embargo, no es éste lugar para profundizar en teorías, que por otro lado son motivo de controversia entre eruditos y estudiosos. De forma muy simplificada, se puede decir que los Reyes Católicos tomaron la decisión de expulsar a los judíos no convertidos con motivo de evitar las disensiones y odios internos.
Si tras las revueltas populares contra los judíos, durante el siglo XIV y XV se habían saldado con el bautizo de muchos de los judíos de la época pasando a ser lo que se denominó judíoconversos, los recelos no cesaron, pues muchos de ellos, convertidos por presión y no por elección sincera, seguían realizando prácticas y ritos no cristianos.
Si la Inquisición se ocupó de "enmendar" a los judíoconversos, los judíos no convertidos también tenían problemas de aceptación generando agitación y malestar social, por lo que el destino que se les supo dar fue el destierro.
El descubrimiento de América
Ese mismo año coincidió con la capitulación de Granada y la expulsión de los judíos otro acontecimiento de la máxima trascendencia: el descubrimiento de América.
Tras haber errado por varías cortes europeas tratando de conseguir apoyo financiero para su proyecto, el de encontrar una ruta hacia Oriente por Occidente, Cristóbal Colón había ofrecido sus servicios a los reyes de Castilla. De ese modo podrían adelantar a los portugueses en la carrera hacia las Indias sin quebrantar los compromisos que les impedían navegar allende de las islas Canarias. El dictamen de un grupo de expertos fue adverso, pese a lo cual Colón buscó apoyos en los círculos más allegados a la reina que le permitieron llegar a lo que equivocadamente tomó por el extremo oriental de Asia.
Aunque la decepción debió de ser enorme cuando al averiguar que, en lugar de las opulentas islas de las especias, lo que se había descubierto eran unas tierras salvajes, pronto se comprendió la oportunidad de colonizar y explotar económicamente todo un nuevo continente.
Los Reyes Católicos y la proyección europea
Más dinero y energías que a los proyectos del gran navegante dedicaron los Reyes Católicos a su política italiana; era una consecuencia casi inevitable del interés tradicional de Cataluña por los asuntos mediterráneos, justificado además por sus posesiones de Cerdeña y Sicilia.
La expedición del rey francés Carlos VIII contra Napóles, a cuya corona aspiraba, fue la chispa que encendió el polvorín de las prolongadas guerras de Italia. Durante más de medio siglo la lucha por la hegemonía en la península itálica será motivo constante de enfrentamiento entre las monarquías española y francesa. Los primeros lances de esta prolongada partida fueron ganados por la habilidad política de Fernando el Católico y la pericia militar de Gonzalo de Córdoba. Tras muy variadas vicisitudes, entre las que menudearon las alianzas rotas, recompuestas e invertidas, Fernando consiguió la corona de Napóles, que seguiría en manos españolas hasta el tratado de Utrecht en 1713.
La política expansiva de los Reyes Católicos en Italia se conjugó con una red de enlaces matrimoniales que los convirtió en aliados de las principales monarquías europeas. El heredero de la corona, Juan, fue casado con una princesa austriaca y su hermana Juana, con el archiduque Felipe el Hermoso. La muerte del primero en plena juventud dejó como reyes de Castilla a Juana y a Felipe cuando, en 1504, murió Isabel la Católica. No tardaron en surgir las desavenencias entre Felipe el Hermoso y su suegro Fernando el Católico, que pretendía ejercer la regencia en nombre de su hija, incapacitada para reinar por su locura. Felipe, secundado por gran parte de la nobleza castellana, consiguió que Fernando se retirarse a sus reinos. Fue entonces cuando éste contrajo su segundo matrimonio con la francesa Germana de Foix. La situación se resolvió con el prematuro fallecimiento de Felipe el Hermoso, punto de partida de una segunda regencia de Fernando el Católico en Castilla. Durante ella (1512), tuvo lugar la anexión del reino de Navarra.
Al morir Fernando el Católico en 1516, ese mosaico de reinos desavenidos y desgarrados por las luchas intestinas que era la península cuarenta años antes había quedado reducido a dos grandes potencias: Portugal, engrandecido por sus empresas marítimas, sus posesiones africanas y su comerció con ultramar, y lo que empezó a llamarse España, nombre aplicado desde la antigüedad a toda la península Ibérica y que ahora pasaría a denominar el conjunto constituido por los distintos reinos gobernados por un solo monarca, el heredero dinástico de los Reyes Católicos

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