martes, 30 de junio de 2015

Constantino Kavafis: Esperando a los bárbaros y otros poemas


kavafis Es el poeta que escribe en prosa.  Nace en Alejandría (Egipto), habla demótico (griego popular), pero también francés con su familia, su educación es inglesa y su tradición griega.
Sitúa sus poemas en la Grecia clásisa y pone en boca de personajes clásicos sus pensamientos y deseos más profundos. Trabaja de administrativo en una oscura Oficina de Riegos, donde desconocen su valía como poeta.
A los 69 años, un cáncer de garganta le impide volver a hablar, y muere al año siguiente, en 1933. Sólo publicó 160 poemas.
Sus temas son el poder, la traición, el destino, pero también la belleza, el erotismo, la juventud perdida.
Destaco tres poemas. El más conocido es Esperando a los bárbaros, o como pasar del miedo a ser conquistados a la pena por no serlo, para que pase algo de una puta vez que cambie las cosas.

Esperando a los bárbaros

-¿Qué esperamos congregados en el foro?
Es a los bárbaros que hoy llegan.
-¿Por qué esta inacción en el Senado?
¿Por qué están ahí sentados sin legislar los Senadores?
Porque hoy llegarán los bárbaros.
¿Qué leyes van a hacer los senadores?
Ya legislarán, cuando lleguen, los bárbaros.
-¿Por qué nuestro emperador madrugó tanto
y en su trono, a la puerta mayor de la ciudad,
está sentado, solemne y ciñendo su corona?
Porque hoy llegarán los bárbaros.
Y el emperador espera para dar
a su jefe la acogida. Incluso preparó,
para entregárselo, un pergamino. En él
muchos títulos y dignidades hay escritos.
-¿Por qué nuestros dos cónsules y pretores salieron
hoy con rojas togas bordadas;
por qué llevan brazaletes con tantas amatistas
y anillos engastados y esmeraldas rutilantes;
por qué empuñan hoy preciosos báculos
en plata y oro magníficamente cincelados?
Porque hoy llegarán los bárbaros;
y espectáculos así deslumbran a los bárbaros.
-¿Por qué no acuden, como siempre, los ilustres oradores
a echar sus discursos y decir sus cosas?
Porque hoy llegarán los bárbaros y
les fastidian la elocuencia y los discursos.
-¿Por qué empieza de pronto este desconcierto
y confusión? (¡Qué graves se han vuelto los rostros!)
¿Por qué calles y plazas aprisa se vacían
y todos vuelven a casa compungidos?
Porque se hizo de noche y los bárbaros no llegaron.
Algunos han venido de las fronteras
y contado que los bárbaros no existen.
¿Y qué va a ser de nosotros ahora sin bárbaros?
Esta gente, al fin y al cabo, era una solución.

Itaca es un poema casi taoista. Sublima la necesidad del viaje como superior al destino del mismo. El objetivo es llegar a Itaca, pero la sabiduría y el conocimiento se encuentran en el camino, en el Tao. Lluis Llach musicó el poema en 1975, convirtiéndose en el disco más vendido del cantautor hasta entonces. Últimamente Artur Mas utiliza de vez en cuando esta metáfora para simbolizar el largo y duro camino que lleva a la independencia de Catalunya.

Itaca

Cuando emprendas tu viaje a Itaca
pide que el camino sea largo,
lleno de aventuras, lleno de experiencias.
No temas a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al colérico Poseidón,
seres tales jamás hallarás en tu camino,
si tu pensar es elevado, si selecta
es la emoción que toca tu espíritu y tu cuerpo.
Ni a los lestrigones ni a los cíclopes
ni al salvaje Poseidón encontrarás,
si no los llevas dentro de tu alma,
si no los yergue tu alma ante ti.
Pide que el camino sea largo.
Que muchas sean las mañanas de verano
en que llegues -¡con qué placer y alegría!-
a puertos nunca vistos antes.
Detente en los emporios de Fenicia
y hazte con hermosas mercancías,
nácar y coral, ámbar y ébano
y toda suerte de perfumes sensuales,
cuantos más abundantes perfumes sensuales puedas.
Ve a muchas ciudades egipcias
a aprender, a aprender de sus sabios.
Ten siempre a Itaca en tu mente.
Llegar allí es tu destino.
Mas no apresures nunca el viaje.
Mejor que dure muchos años
y atracar, viejo ya, en la isla,
enriquecido de cuanto ganaste en el camino
sin aguardar a que Itaca te enriquezca.
Itaca te brindó tan hermoso viaje.
Sin ella no habrías emprendido el camino.
Pero no tiene ya nada que darte.
Aunque la halles pobre, Itaca no te ha engañado.
Así, sabio como te has vuelto, con tanta experiencia,
entenderás ya qué significan las Itacas.

Finalmente, el típico poema en el que Kavafis reflexiona desde su vejez sobre el paraíso de la juventud. Como decía Dalí, lo malo de la juventud es que ya no pertenecemos a ella. En todo caso, sigue el consejo de Kavafis: no dejes las cosas para mañana.  Como dedcía Horacio; Carpe Diem, aprovecha el momento.

El viejo

En el interior de un ruidoso café,
inclinado sobre la mesa, está sentado un viejo;
con un diario ante él, sin compañía.
Y en el desprecio de su miserable vejez,
piensa qué poco disfrutó de los años
en que tuvo vigor, elocuencia y hermosura.
Sabe que ha envejecido mucho; lo siente, lo ve.
Y, a pesar de todo, el tiempo en que fue joven parece
que fue ayer. ¡Qué distancia tan pequeña, qué distancia tan pequeña!
Y piensa ahora cómo se mofaba de él la Prudencia
y cómo creyó siempre -¡qué locura!-
a aquella embustera que decía: “Mañana. Tienes mucho tiempo.”
Recuerda impulsos que contuvo y cuánta
felicidad sacrificó. De su insensata sensatez
cada oportunidad perdida ahora se burla
… Pero de tanto pensar y recordar,
el viejo se marea. Y se adormece
apoyado sobre la mesa del café.

Ya sabéis, Carpe Diem!, lo demás son milongas.

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