En el
balcón aplicado en lo mío
escucho
gritos
que no
atino a descifrar
estoy
seguro
que detrás
de tanto barullo
hay algún
varón herido en su orgullo
con
diagnóstico
más que
seguro
se pasó de
frenada el individuo.
Son voces
de discoteca
con
botellones en sus cercanías
tan seguros
que se oye
el ruído de los cristales
sobre el
suelo haciéndose añicos.
Es noche
cerrada
con calores
a vino tinto
en la tasca
que se abre en uno
y fuera de
ese recinto,
el mío,
la noche se
abre como un abismo
sobre el
cual pasean dos gatos negros, padre e hijo.
Vuelvo al
asunto primero,
cojo, el
hilo,
no se diera
el caso
de que se
quedará uno dormido,
en ese
limbo
que hace a
los mortales hijos de los Dioses del Olimpo.
La recia
figura del gato
es
traspasada por los gritos
de algún
nativo
de estas
selvas de la noche
al que se
le ha ido
su razón de
ser en un segundo.
Botellón
por las nubes
y la chica
con otro chico.
La noche no
perdona,
no se
permite ni el más mínimo descuido,
pues está
pensada para que el fuerte
sea el que
eternice al ser humano como Rey del mundo.
La vida de
los gatos es más sencilla
no esta
sujeta a botellón alguno.
Saben de la
vida lo que no está escrito en libro alguno.
Sacan sus
garras sin moverse del sitio
y son como
ellas felinos
con un celo
más acentuado
y con un
orgullo que trasmiten de padres a hijos.
Siempre lo
mismo.
Las mismas
vallas.
Los mismos
capós de los coches.
Los mismos
alimentos sin aditivos.
Los mismos
cobijos.
Los mismos
aires en sus lomos escondidos.
Lo mismo de
lo mismo, lo que diferencia a los gatos es su sentido del humor
en algunos
de ellos muy poco comedido.
Diría uno
que la
noche está metida en tino.
Ellos y
ellas, los noctámbulos, juerguistas y chungos,
se sienten
en la noche más seguros
pues la
luna se asoma con su mejor perfil, el suyo,
el de dueña
de los cielos
para cuando
no reina el sol, su amigo.
En esta
noche aprieta uno
las teclas
del ordenador
y mirando
siempre hacia el mismo sitio
ve como los
gatos se relamen las patas y se frotan los ojos de su nocturno,
con sueños
congelados dentro de su laberinto.
La valla es
para los gatos
lo que el Tourmalet
para los ciclistas
un desafío,
al que yo
no me atrevo
pues me
iría al suelo lo más seguro.
Tres gatos
explotan en mi ese sentimiento gatuno
mientras mi
perro sobre el suelo
emite extraños
ruidos.
Los gatos a
Masclet le gustan lo justo
y aunque
los permite por aquello de yo soy un perro a lo mío
cuando los
ve cerca, se por lo mucho que conozco a
este amigo ,
que por dentro le corre un río de despropósitos que yo no admito.
Las farolas
son los ojos de esta noche aquí en Cullera
en que me
he alzado víctima de un sentimiento último,
extremo,
genuino,
de esribir
sobre la noche a buen ritmo,
pues la
noche necesita el mismo mimo
que las
mujeres en su flor ¿Qué digo?
Persigo los
gatos,
lo hago con
ahínco,
con fe ciega en lo mío.
Lo hago
como si fuera un pastor
y las ovejas, estos gatos míos,
estuvieran
pastando en algún recóndito sitio
de las sierras ovejeras de los montes de todo
el mundo.
La noche
trasmite valores
que caben todos juntos
en la caja
de un camión de basura, lo digo,
por aquello
de que la noche es la casa de los asesinos,
el
territorio justo y medido de los violadores sin escrúpulos,
la marmita
del poeta con ríos de suspiros,
y el
espacio apropiado a lo suyo,
de los
ladrones que se sienten por ella protegidos.
Todo en la
noche funciona a su ritmo,
desde el
semáforo, rojo, ámbar y amarillo
hasta el
bingo con sus cartones y jugadores de varios turnos
sentados en
las mesas y cantando líneas como quien lee un libro
y no pasa del mismo capítulo.
Palmas en
la noche oigo
y al minuto
como si la
noche tuviera serenos
escucho
otro
redoble continuo,
y el motor
de un coche haciendo sus primeros pinitos
y a punto
de volar
hacia un determionado destino
donde el
palmero y su réplica se van antes de que la noche caiga sobre el día, su tuno.
Se levanta
la noche
en el mar
sin más
testigos
que uno,
que está
presente con tintes de poeta en su ayuno
mirando
hacia el mar infinito
con en esa
fe ciega, es lo oportuno,
de que más
allá,
de donde
una línea plana parece decir hasta aquí justo llego en mi tiro,
hay más
vida.
Lo intuyo.
Con fe ciega y sin testigos.
Lo juro.
Lo intuyo.
Con fe ciega y sin testigos.
Lo juro.
Autor: Jose Vicente Navarro Rubio
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