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La Mancha
La tierra que sirve de apodo a don
Quijote constituye la llanura más perfecta de la península ibérica.
Pertenece a la Comunidad de Castilla-La Mancha, que actualmente
comprende cinco provincias: Albacete, Ciudad Real, Cuenca, Guadalajara y
Toledo.
El territorio ocupado por La Mancha tiene
forma triangular: con vértice en Ciudad Real capital, se abre hacia el
este, prolongándose por las provincias de Albacete, Toledo y Cuenca.
La Mancha está a una altura de 600-700
metros sobre el nivel del mar. Es una cuenca sedimentaria en la que
están encajados el Guadiana y sus afluentes. Parece que el nombre de la
Mancha procede del árabe “Al-Mansha”, que significa ‘tierra seca’.
La Mancha de Cervantes
Realmente es imposible delimitar la
Mancha con entera exactitud. En tiempo de Cervantes era una zona mucho
más pequeña que hoy, aunque tampoco bien delimitada. Había cuatro zonas
que respondían a la denominación de la Mancha del territorio de la Orden
de Calatrava, lindante con Córdoba; la del Campo de Montiel y parte de
Albacete, contigua a Jaén y Toledo, ambas llamadas “Bajas”; la Mancha
Alta de Toledo y la Mancha, también “Alta” de Montearagón en la
provincia de Cuenca.
Los caminos de la Mancha
La red viaria poseía una disposición
radial en torno a Toledo que, junto con Medina del Campo, constituían
los dos núcleos principales de la vida política y mercantil de Castilla
en el siglo XVI. En Toledo residía frecuentemente la Corte, atrayendo a
nobles y artistas hasta que Felipe II estableció definitivamente la
capital en Madrid en 1561.
La Mancha hoy
La Mancha que podemos conocer hoy en día
no es, desde luego, la misma que conoció don Quijote. Esta zona ha
sufrido una profunda transformación, debido, fundamentalmente, a la
deforestación. Resulta difícil imaginarse los bosques y las frondas que
cita Cervantes, puesto que la mayoría han sido sustituidos por campos de
cultivo de cereales.
La región de Castilla-La Mancha está
atravesada por siete cuencas hidrográficas: Tajo, Guadiana y
Guadalquivir, que vierten sus aguas en el océano Atlántico, y Júcar,
Segura, Ebro y Turia, que desembocan en el Mediterráneo.
El paisaje manchego
“Cervantes no habla nunca de tierras
yermas y estériles ni de pasajes deseados. Don Quijote y Sancho siempre
hallan bosques propicios al reposo… A menudo tropiezan con prados de
fresca y viciosa hierba, con fuentes de agua finísima” (Astrana Marín)
Aunque predominan las grandes llanuras,
es posible encontrar paisajes de montaña en la periferia de la región:
sierra de Ayllón, serranía de Cuenca, sierra de Alcaraz, Sierra Morena y
sierra de San Vicente.
Los tres cultivos clásicos del secano
español ocupan las tierras. Trigo en la Sagra toledana y la Mancha
oriental; viñedos por el norte de la región, extendiéndose por la
provincia de Toledo, y olivos, sobre todo en Toledo y Ciudad Real.
Los lugares de la Mancha
Una de las cuestiones controvertidas en
relación con los escenarios del Quijote es la determinación de cuál es
el “lugar de La Mancha” del que no quiere acordarse Cervantes. La novela
es premeditadamente imprecisa, tal como declara el autor al principio y
al final de la obra. Cervantes comienza declarando su decisión de
contradecir las fórmulas acostumbradas en la época. Por ello no quiere
decir el lugar de La Mancha en que vivía don Quijote. Al final de la
obra el narrador reitera su intención justificándola: “por dejar que
todas las villas y lugares de La Mancha contendiesen entre sí por
ahijársele y tenerle por suyo.” El propio Cervantes invita, pues, a la
polémica y a la creación de la leyenda.
Aunque hay muchas hipótesis diferentes,
hay varios lugares que se disputan el honor de ser el lugar de La Mancha
en que vivía el hidalgo don Quijote de La Mancha. Cada uno de ellos
sostiene determinados argumentos basados tanto en datos de la propia
obra como en datos de la vida y obra del propio Cervantes.
Argamasilla de Alba
Los versos laudatorios de los académicos
de Argamasilla, con los que concluye la primera parte del Quijote, han
dado pie a suponer que el ficticio hidalgo era oriundo de este pueblo de
la provincia de Ciudad Real. El Quijote de Avellaneda así lo corrobora.
Los vecinos de este lugar creen que don Quijote era de este pueblo y
también lo creyeron, entre otros, Vicente de los Ríos, Pellicer,
Fernández Navarrete, Clemencia, Hartzenbuch, Rivadeneira o Azorín.
Argamasilla de Calatrava
En la provincia de Ciudad Real hay otro
pueblo conocido como Argamasilla, Argamasilla de Calatrava. Es un pueblo
más antiguo que el de Alba. Perteneció a las órdenes militares hasta
que pasó a formar parte de la Hacienda real. Probablemente Cervantes lo
visitó a lo largo de alguno de sus frecuentes viajes hacia Córdoba y
Sevilla.
Mota del Cuervo
El principal defensor de esta teoría fue
el novelista Rafael López de Haro. Su razonamiento era que en la ruta de
la seda que comunica Toledo con Murcia, don Quijote sufrió un altercado
con unos mercaderes toleramos. Mota del Cuervo se encuentra en esa
ruta, y próximo a El Toboso, tierra de Dulcinea, y a Quintanar de la
Orden, de donde afirma proceder el labrador Haldudo.
Esquivias
En esta población de Toledo, Cervantes
contrajo matrimonio en 1584, con doña Catalina de Salazar y Palacios y
en ella pasó algunas temporadas con su mujer. El análisis de los
archivos del municipio podría indicar que algunos de los personajes de
la novela pueden estar inspirados en personajes reales de esta villa,
entre ellos el propio protagonista, ya que un hidalgo llamado Alonso
Quijana, tío abuelo de doña Catalina, se trastornó por la lectura de
libros de caballerías. Esta es la tesis defendida por Rodríguez Marín.
Sin embargo, Esquivas no es una población manchega y Cervantes quiso que
su personaje fuera manchega.
Santa María del Campo Rus
Es una de las propuestas que cuenta con
menos defensores. Supone que ciertas exclamaciones de Sancho, ¡Santa
María! o ¡Voto a Rus! son un indicio de que el escudero procedía de esta
localidad.
Hay otros lugares que se disputan el
honor de ser el “lugar de la Mancha”: Miguel Esteban, Villaverde,
Tirteafuera, Quintanar de la Orden… En casi todos los casos hay algún
argumento que apoya esta idea. Así, pues, la discusión sigue abierta.
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