Es de buena mañana
cuando en los montes y montañas de España entera
empiezan a emerger entre las espesuras y malezas
hombres y mujeres bien provistas de herramientas
para recolectar todo tipo de setas
que en los suelos con sus amaneceres levantan su cabeza
como queriendo demostrar con su impaciencia
que allí están ellos esperando dormir en esas cestas
que los aficionados llevan colgando de las manos
mientras observan, el caso no fuera,
que pasaran por delante de una de esas bellezas
y allí se quedaran olvidadas a la espera
de quien detrás viene con la intención cierta
de hacerlo lo mismo de quien te lleva en esa mañana una cierta delantera.
En mitad de la mañana
comido el cielo por las copas de los pinos y las sombras que pueblan las laderas
de las montañas copadas por las arboledas
el recolector de setas
siente que el calor hace en el mella
y en esas
se seca el sudor y mira con fiereza
ese reloj de pulsera
para volver otra vez con la mirada serena
a acachar el lomo pues todavía la cesta
no esta llena
y hay que volver con ella bien repleta,
pues en eso consiste la mañana
en ganar la apuesta
y ser el mejor en ese arte de recolectar los rebollones, beletus y setas.
Todavía, después de beber agua fresca,
queda ese momento de comparar las cestas,
y acordar donde se acaba la fiesta,
casi siempre en un restaurante de carretera
con comida de la zona, vino y cerveza
y así el grupo, hasta la próxima, se dispersa.
Autor: Jose Vicente Navarro Rubio
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