domingo, 16 de agosto de 2015

POESÍA: POR PATRAIX EN ESTE DOMINGO



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Ayer alguien, es alguno,

recordaba que la plaza donde estábamos
había sido antes un campo de fútbol
con acequia Favara, a su lado incluía,
y pueblo cercano a Valencia, de nombre Patraix, con pocos ya patricios,
a excepción hecha de los que descansan en tumbas
de yacimiento arqueológicos ,
que por la zona hubo uno,
con lapida de granito e inscripción de aquellas que contaba la vida del difunto.

A la hora en la que escribo
en Patraix duermen los gallos, ahora, de plástico amarillo,
como si el tiempo fuera algo genuino
de disfrute en la cama y con la televisión encendida,
así de sencillo.

La iglesia en la plaza, cerrada, a estas horas de bajo nivel de culto,
es de los pocos resquicios que me vienen a la mente
para recordar al mundo
esa encendida loa a los bares convertidos en iglesias laicas comunales
donde se respira el espíritu de quienes en los bares se sienten en su sitio.

En las panaderías que abren los domingos
se nota el olor a pan cocido
pasteles, empanadas
y todo aquello que puede ser objeto de compra
para cuando se abren las puertas de las casas
y las vecinas y vecinos salen para dar su visto bueno al consumismo.

Circulan por las calles vehículos de todos los tipos
a velocidad comedida,
respetando las señales que prohiben de todo menos ruidos.
Bicicletas, motos, coches, furgonetas
y triciclos.
Veo, todo ello, en una mirada que lanzo de continuo
sobre la recta de asfalto
que se pierde entre un viejo edificio
y otros nuevos, producto del afán desmedido
por  llenarse los bolsillos ciertos seres desaprensivos.

Con nostalgias, que me sirven de estímulo,
paso por delante de un caserón antiguo
de ventanas por la cal recubierta, con unos pequeños orificios
por los cuales sus inquilinos
tiran de unos ganchos
para abrirse al mundo, que no es otro que la calle sin ruidos.

Quedan los árboles
pegados sobre los suelos
sin más alimento nutritivo
que la escasa agua,
y sin más comidas,
cenas
ni desayunos
desde que fueron plantados
con el claro motivo
de dar sombra
y facilitar que el dióxido de carbono no sobrepase un determinado porcentaje que avisa: peligro.

Por un ascensor subo hasta un sexto piso
allí me esperan de continuo
nostalgias que combato
sin más calores ni fríos
que los que trae la mañana de un domingo,
16 de agosto
con Elvis Presley en la televisión poniendo buen ritmo para que no se diga: ¡Que mundo!

Autor de la poesía: Jose Vicente Navarro Rubio

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