El calentador no funcionaba,
aquello era como una misa negra en un islote de las Guayanas.
Uno no esperaba que en aquella mañana
la tecnología fallara
por eso se abalanzó sobre la guía que indicaba, "solo en caso de necesidad",
esa era la llamada
y leyó que fallaba
el alma de la máquina.
En otros tiempos esto no hubiera sido nada,
un día más
entre relejes y malas caras,
pero hoy, los tiempos mandan,
se acaba el mundo, tan de mañana,
que sin el calentador en pleno rendimiento
es como si el mundo se acabara.
Todo es culpa de una válvula
del tamaño de una almendra,
casi una puñalada fue la que el calentador me dió
cuando el técnico anunciaba: "volveré mañana"
Autor: Jose Vte. Navarro Rubio
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