sin amo,
ni princesa,
ni ejercito en su interior habitando,
en la montaña,
casi páramo,
junto a chumberas y pinos de ramas adornando
el cielo bajo el cual crece el tallo,
allí el castillo
se yergue desde hace años,
a la espera, está esperando,
que alguien se nombre castillero
y con espada en la mano
hasta las playas arrastre a ese ejercito bien armado
que a diario
lo toma y convierte en un teatro.
Autor: Jose Vicente Navarro Rubio
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