En aquella zona
la ciudad se extendía a su suerte,
así los campos se llenaban
de aceras con sus calles,
fincas de mediana altura
y solares
con montañas de ladrillos
que dejaban los constructores
en señal de que más temprano o más tarde
volverían a iniciar ese combate
del hombre contra el medio
cueste lo que cueste.
De pequeño
impresionaba
el trabajo de los obreros
jugando en el espacio
a ser trapecistas sobre el alambre.
Será por eso que el circo
no calara jamás en mi mente,
solo me gustaban los payasos
con sus ocurrencias y disparates
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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