Y vino una larga calma.
Sin otras señales,
sin nada,
se reconocen las calmas
por su sentido práctico
porque en ellas,
el alma,
se dispone a quietarse,
porque de las miradas
es como si saltaran
perlas engarzadas.
Es que en las largas calmas
los pescadores descansan,
fuman en sus pipas,
repasan sus diarios,
corrigen las faltas,
miran las estrellas
y les lanzan
bocanadas de humo
con que ellas se apagan.
Calma
y de postre
más calma
que la tarde es larga
y de ellas nadie habla.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
No hay comentarios :
Publicar un comentario