Día desapacible este
de chatos de vino en los bares,
de conversaciones entorno al fútbol
en la televisión y en otros lugares,
todo gira y da vueltas.
El universo mismo en si mismo
es una especie de colador
por cuya parte más estrecha se cuela
la basura que por los espacios navega.
Insultos, aporofobia y racismo
vistos como normalidad en un mundo el nuestro
hecho a imagen y semejanza
de quien desde las alturas nos mide y pesa.
Mal día es este,
malo de los de veras,
con un solo mensaje sobre la mesa:
No al racismo; no a la intolerancia; no a quienes
propagan odio, tal si el odio fuera
la normalidad diaria
y es que hoy por haber salido el cielo nublado
y amenazar agua y tormentas
estamos convencidos de que esto solo se acaba
poniendo educación y valores encima de la mesa.
Buen provecho
y que estas tristes letras
al menos sirvan
para crear buenas conciencias.
Entre o no entre la pelota,
lo que se juega
no vale una mierda,
si alguien grita: ¡mono!
y tal coro de asnos en un día cualquiera,
se oye: ¡mono!
expresado el término a su máxima potencia.
Eduquemos en valores
desde la infancia más tierna,
para que nadie diga mono
a otro ser humano,
por aquello de que su color es diferente
y es que sepan
que solo quien odia sabe lo que pasa
por su mal amueblada cabeza.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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