Todo apunta a un día tranquilo
a punta de lapicero
que solo escribirá
por manos de un niño
que presiente mares,
allí donde suenan
los latidos de su corazón,
en la mañana esta,
llena de corajes,
que se sobrepone a la noche
obligándola a que guarde
las simientes de su alma negra,
con la que construye falsos puentes.
Ya el día se filtra
entre los tenues ojos
de quienes los abren
para ver y saber
para encontrarse
de nuevo,
con la luz que nace
allí donde el mar ruge,
allí donde los barcos trasponen.
Lo que llega son los silencios
y vienen acompañados de la palabra
buenos días y largas noches.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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