Atentos, ahora ¡atentos!
sabemos que no hay más murmullos
que aquellos que vienen de lejos
y se materializan en algo
para cuando alzamos las manos
y los cogemos.
Es un murmullo este
que nace en las fuentes de los deseos,
que entre cañadas baja
por un cauce
que lo va acunando
y llenando de sentimientos,
que en los remansos
entre pequeños prados,
en las laderas
de los montes madereros
se va curtiendo,
al tiempo que le van saliendo
brotes tiernos.
Sabemos que el murmullo es limpio
y va creciendo
que sobre él la barca
en la que viaja el entendimiento
lo va llenando de sosiego.
Que ya se le ve,
que ya lo voy oyendo
cuando me acerco
y siento
que canta preciosas canciones
que va oyendo,
de aquí coplas,
de allá boleros,
un poquito de flamenco,
ahora música clásica,
viene encendiendo
cantares de mesta, verdes luceros,
que en los ojos de quien observa,
conforme bebo
de ese río que me trae paz y sustento,
me voy creciendo
en paz, en sosiego,
en buenos sentimientos.
Si algo digo de esto,
es que allí en el mar ,
donde un río muere
y lo hace sin saberlo,
se congratula la luna
por allí saliendo
y el sol observando
con todo respeto,
que son tiempos
para pensar y querernos,
aun sin vista un ciego leyendo,
el Apocalipsis,
con solo pasar los dedos
por encima de un manuscrito
encontrado en una cueva
por la zona del Mar Muerto.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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