Sea lo que sea,
que sea bienvenido San Valentín,
es tal su fortaleza
y fuerza productiva,
que revienta los comercios
y deja desnutridos
a los viveros de flores
que ven como salen de ellos
sus hijas más queridas.
Flores ellas
que terminarán sus vidas
en jarrones de porcelana china,
a la espera
de que con los días
pierdan su encanto
y se vayan a parar a la basura.
San Valentín o Día del Amor
se le diga como se le diga,
es una tradición pagana
muy antigua,
que ha calado
más que un par de banderillas
en lo más alto del morillo
de un miura.
Debería el amor
propagarse de una forma distinta,
a ser posible
en dosis bien prescritas,
gota a gota,
todos los días.
A mi no me vale
eso de seguir la corriente
a un mundo que solo aspira
a meternos por las narices
más y más mercancías,
por el simple hecho
de que a San Valentín
le guste este tipo de celebraciones,
tan en todo de raíces
extrañas a nuestra cultura.
¡Viva el amor espontaneo,
el que con generosidad se consolida,
el que no necesita
de conmemoración alguna,
para estar siempre mirando
por la pareja
de forma positiva,
que es en definitiva
la que puede gozar de este tipo
de dichas,
sin necesidad de que San Valentín
venga a decirle
que el amor es en ese día
más dulce que la propia azúcar!
Si quieres ser amado,
y que el amor
siempre en ti viva,
ama,
fin de la cita.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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