A la muerte gritamos
y a la muerte odiamos,
espanta solo oír su nombre,
de ella se llenan los libros sagrados
como si fuera un regalo
y a la muerte odiamos,
espanta solo oír su nombre,
de ella se llenan los libros sagrados
como si fuera un regalo
en mitad de un guateque.
Nacimos a la vida y a la muerte
siempre de un hilo
nuestras vidas de ella pende.
El hijo que canta al padre
coplas que son ríos de muerte,
de gozosos encuentros
alabanzas de quién siente
la levedad de la vida
y la mortalidad de quienes
la contemplan y a veces
se sienten llevados por ella
a pesar de la levedad
del incidente.
Murió Jorge Manrique
entre sus ropas unas estrofas
nos hablan de eso
que tanto temen
quienes hablando de ella
la respetan tanto
quienes hablando de ella
la respetan tanto
que si de ella escriben
lo hacen con la mente puesta
en cerrar pronto el debate:
en cerrar pronto el debate:
¡Oh mundo!, pues que me matas
fuera la vida que distes
toda vida
mas según acá nos tratas
lo mejor y menos triste
es la partida».
A. Valbuena Prat256 dice sobre Jorge Manrique: «Fue enterrado en la iglesia del convento de Uclés, y dicen [¿quién?, ¿quiénes?] que le hallaron en el pecho unas estrofas que empezaban así: «¡Oh, mundo!, pues que nos matas...» No es segura la autenticidad de la composición, pero merece ser verdadera como símbolo del final de una vida, como corolario de una obra». (Subr. F. C.). La fecha aproximada y probable del fallecimiento del poeta, dentro del año, documentado, de 1479
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