Tantas cosas preciosas
se le han dicho a la luna
que yo me quedo con todas
y no me dejo ninguna.
Es la luna sombra
y es mi vida,
es mi alcance con la vista
y es lo que me incita
a pensar que la muerte en si
puede resultar hasta atractiva
allá arriba,
sobre su superficie
contemplando sus llanuras,
sus cerros encantados
y sus conos volcánicos,
que yo adivino
llenos de helados con sabor a nata
y a vainilla.
Y con la luna,
luna, luna, luna
y con aquello
de luna me quieres luna,
uno se llena de lunas nuevas,
pálidas y menguantes,
como gajos de naranjas mandarinas.
No hay mejor amor
que ese que se da
bajo la luz de la luna,
luna cortesana,
luna negra cautiva,
que ante uno se muestra desnuda.
Luna vestida de blanco es aquella
que va con traje de novia
para acudir a una ceremonia
que la resucita
y es que en noches
de lunas llenas,
de lunas muy queridas,
los amores se visten de blancura.
Luna, bella luna,
eres mi encanto de luna,
la luna que me habla,
la luna que estás y no estás
y de repente te vuelves del color
del azabache de una escultura.
Luna mensajera
que me ocultas
que tienes miles de enamorados,
que todos los días
con telescopios te visitan
y te ven desnuda,
con el pelo suelo
e inmersa en una gran sonrisa.
Viaja mi vida
en pos de una luna llena,
y luna que es mujer
por el día
y por la noche solo luna
que se mira a un espejo
y se refleja en mis pupilas.
Luna que me excita,
lunática luna,
eco de mis desconsuelos
yo me hago esta pregunta:
¿Por qué te alejas
cuando la noche
hacia el alba transita?
Luna, lunita,
lunas tras luna, mi luna,
de luna a luna,
de sol a sol
¡qué locura!
déjame en esta noche
estar contigo luna,
quiero ver tu cara oculta,
a través de un beso
lleno de hermosura.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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