Voy detrás de un poema que es un lanzallamas,
me atosiga, me quema,
el muy maldito me maltrata,
me ordena que escriba,
me manda
que de las líneas que el traza
no me salga,
me impone el tema
y para cuando ya todo está en marcha
el se va y se pone a cantar bajo una ventana
a un soneto que le rima y dice dulces palabras,
que te quiero
y que te amo,
que te adoro
y que te meto en mi cama.
¡Vaya cara!
Y, yo pobre de mi
con mi alma destrozada,
dale que dale a las soledades del alma
y a luces del alba,
a la luna que de mi debe estar más que harta
y al sol que me mira
con cara de frijol
que se asa en una sartén quemada.
Dure lo que dure este drama
les advierto
que si algo me pasa
es por culpa de este poema
con cara desencajada,
que para cuando lo veo
es para decirme
que me faltan una décimas,
que me sobra un verso
que en nada encaja con bienaventurada
mi cara de estatua,
que lo mío es puro intrusismo,
una farándula
como la de los trovadores del medievo,
que iban con la cítola y la gaita,
de castillo en castillo
dando por saco al soldado
que estaba de guardia,
mientras ellas las amadas leían libros de poesía
al tiempo que sus amas las peinaban
y engrasaban las cerraduras de esas ventanas
al azul de los mares tapiadas.
Dice el soneto
que lo mío es pan y agua
y que lo suyo es como el cantar de la cigarra,
siempre en la rama
esperando que pase la amada,
para decirle,
te amo porque me amas
y te siento en tan estima alta
que si conmigo te vienes
acabarás en mi cama.
Que cosas estás,
tan desbaratadas,
un poema y un soneto,
un juglar y un poeta con mala cara
y una princesa y una cigarra
y un cinturón de castidad que se engrasa
para que no se atasque el alma
del poeta que canta a su amada
y son las doce de la noche
y me voy a la cama,
que mañana comienza pronto la jornada.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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