Por aquí estamos en este poema
que no habla de nada,
que no quiere ser nada,
que se quiere diluir en un vaso de agua.
Los poemas que no dicen nada,
son hermafroditas y echan flores
muy encarnadas
en los otoños de la nada.
Nacen ellos
en las estaciones afectadas
por sequías largas
y se dejan ver
brotando ellos de la nada
ir hasta allí donde corren
los versos en pijama
y las estrofas de ritma consonante
juegan ellas alborotadas
a la gallinita ciega
y al coro de la patata.
Ahora corre una,
otra ahora se cacha.
Hay otra que ríe y salta
y otra que dice abracadabra
salta la cabra.
Con esta escena bucólica
sacada de un grabado de Goya
la tarde se alarga,
mientras me quedo durmiendo
al tiempo que suena
en mi estancia
un despertador que resalta
sus holgazanas horas
con una música pegadiza
que con su melodía me engaña
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