miércoles, 1 de mayo de 2024

POESÍA: UN PREGÓN ESPECIAL

 Hacia donde irán esas aves que veo volar?
Me gustaría ser de ellas su motor,
sus alas y su conocimiento,
en ellas la vida es mal real, algo parecido
a un pasar dejando una señal.

Aves en mi memoria siempre las hubo
y las habrá, todas ellas un gran caudal
del que me serví para ahonda
en esa cruda realidad
de la vida que de las manos se nos va.

Alas al viento,
¡que felicidad!
por allí los rayos del sol,
por allí el manjar de la eternidad,
entre tenues colores,
 el blanco de la cal,
el verde de los trigos,
el azul del agua solo la del mar,
el rojo que sirvió para alimentar
pequeños pedazos de felicidad
y el negro de un duelo especial,
el nuestro con el más allá.

Entre rumores y trinos,
entre golpeos de una maza sobre la verdad,
me descubro y abro,
me da igual 
que el poema sea lindo
o que él conmigo se quiera agarrar
a esa tabla de salvación
para cuando el gran buque que nos lleva
por alta mar comience a naufragar.

Ya veo la morada de los dioses 
y salen a saludar desde Poseidón
hasta Apolo, por allí camina,
sin la tierra tocar, un soplo de aire
y detrás Eolo que parece un huracán, 
Zeus no deja de cantar
es de todos los dioses el más inmortal;
Hera en un carro va 
camino de un viaje interdimensional;
Ares vengativo no deja de programar guerras
y más guerras de extrema crueldad;
Hermes incita con gran claridad
a que se escriba,
igual da que sea del bien que del mal;
Hefesto forja un ideal
que de él se abre
mientras se retuerce en el fuego el metal;
ya Afrodita belleza sin igual
se deja mecer mientras yace con un mortal
y Atenea dicta justicia con esa claridad
de quien sabe que las fechorías se deben pagar,
por allí Apolo con su musicalidad 
saliendo de los dominios
en los que Artemisa proclama su castidad
con esa fuerza que le da el saberse protectora
que en nada de riquezas se quiere llenar.

Entre paganismos
con rasgos de cruda realidad,
espasmos y contracturas 
el poema se marchó, 
mientras yo miraba el pasar,
de unas aves que de seguro regresarán,
para indicarme que las deje descansar
pues cansadas vienen 
y a dormir se quieren ya marchar

Autor: José Vicente Navarro Rubio

 

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