martes, 2 de julio de 2024

DIARIO DE VACACIONES V ( ME RASGO)

Rechina mi frágil sentir de poeta enamorado,
que de la vida solo espera
que me devuelva un poquito del cariño 
que  a ella le he regalado.

He lucido las noches del negro
de las minas de antracita,
de esos lugares casi sagrados,
convertidos en cementerios de mineros
que dieron su ser
para que  en los inviernos
el carbón que ellos mascaron
nos donaran su regalo,
 calor y luz y amparo.

He hecho de las tardes 
especie de jardines en Babilonia colgando,
en el alba de los amaneceres he pintado
cielos azules y colgajos de uvas
en mitad de un sol deslumbrando.

He amado a los ríos y a las montañas,
he eclosionado, entre fábulas y decires,
viendo a la luna despojándose de su negro blanco,
por los mares he navegado
y he ido por los ríos palmo a palmo,
en las montañas he construido castillos
y por los cielos volando 
he visto a Caperucita y al lobo malvado.
Y todo ello me he encantado.

Me se pobre en mis decires,
me se cansino y hasta yo mismo 
me harto de lanzar tantos alegatos,
no me gusta que crucifiquen a ningún poeta
con Cristo ya se hincaron bien los clavos.

Exabruptos por este camino me he encontrado,
total por decir aquello 
que los poetas llevan toda la vida regalando,
el amor de los versos,
ya sean estos enteros o cruzados,
ambientados en pasajes de la biblia
o en los libros bien pensados
de la biblioteca de Córdoba
en la época de su califato.

Bien centrados en este verano
debemos salir al amparo 
de quienes se visten para salir a la calle
lanzando al aire muy caliente y pesado
sus versos y poemas,
sus palabras y encantos,
y es que el amor es divino,
es un bien que nos ha sido regalado.

Es el amor una especie de pastel
de todos los colores y tamaños,
con sus puntazos de vainilla,
con sus encantos y sabores a nata
por el cuerpo impregnada,
para ser lamida y en esencia 
convertida en luz de enamorados.

¡Qué desasosiego!
¡Qué espasmos!

¡Qué mar tan pesado!
Que me lame los pies
y juega conmigo 
a piratas que van a la búsqueda 
de algún barco,
de la Corona con sus tesoros
 y plagios de santos
de todos los calados!
 
Me trae hasta estos tálamos,
el arrullo de una pareja de urogallos 
viendo pasar la vida
mientras disfrutan un rato,
comiendo un poco de maíz, agua 
y simientes de nabo, 
en ese su cebadero
al cual van mansamente a mendigar su grano,
quienes fueron creados  como tales
y a pesar de los siglos pasados
no dejan de ser aves, 
que no dan para más vuelos
que aquellos que sus ancestros nos regalaron.

Ahora acabo
y es que continúa surgiendo
del centro de un disco, 
en el cielo dorado,
una especie de rayos,
que por aquí cerca de la playa,
cuando miras hacia allí
 donde iremos un día
sin alas,
 ya casi volando,
se transforma 
en calor de gran calado.

¡Al Agua!
se oye,
entre lloros 
y gritos en un poema
desgarrado.

Por lo llegar,
es verdad que llegaron,
el poeta  a describir
el mar con sus encantos
y los niños a disfrutarlo.

Ya estamos 
con el agua al cuello,
ya todo se ve
como lo hemos pintado.

Autor: José Vicente Navarro Rubio

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