De amor seguro que no muero
será por aquello
de que me tocó la lotería
y llevaba el número entero
y es por eso
que corro detrás de la poesía,
me sumerjo en un lodazal de versos,
no hay formula posible
ni matemática con sus números enteros,
capaz de romper la monotonía
de quien ya preso,
se somete al dogma de las letras
para hacer aquello
que hacen todos los poetas que no están cuerdos.
Un poema es este con recelos
se sabe querido,
conoció el querer sincero
en un lúgubre invento,
del juglar que se sintió
tierno,
e hizo con un poema y un soneto
un verdadero engendro.
No hay dogma,
este solo se alcanza con el sufrimiento,
ya los poetas no mueren de quereres
ni de celos, ni de locura alguna
que no sea su fresco canturreo.
De todas las centurias es verdad
que en esta me se muerto,
ya desde el cielo
observo a mis poemas corriendo,
todos irán juntos a mi entierro,
y despedirán mi insalubre cuerpo
con vivas a quién sea,
ya Zapata o ya cualquier conquistador
de aquellos,
que a machetazos limpios
escribían Constituciones
que con el tiempo murieron.
No se de más historias
que las de los libros que voy leyendo,
todas fueron escritas por aquellos
que siendo amos
ven en sus siervos
a herbívoros conejos.
Sin más filiación que mi nombre,
sin más patria que la que llevo dentro,
sin más poemas que los que escribo,
sin más tiempos que los que voy cogiendo,
me asomo a ese precipicio donde toma nombre
la noche y con ella de cuerpo entero
me marcho hasta allí donde me veo y contemplo.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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