Pasa el día ligero
sin el más mínimo malestar,
hay silencios que me hablan
y es que me he puesto un auricular.
Vienen las olas
ellas acaban de llegar,
lo hacen entre sonidos
que en nada me pueden molestar.
De volver a nacer
me gustaría poder estar
siempre en esa parte de la cresta
que se viene a amparar
en el creciente deseo
de quien ve en el mar su segundo hogar.
Lunes es
y con el "ser" y el "yo"
intransferible y personal
uno se suele cobijar
en esa parte de la semana
que comienza a caminar
entre crecientes deseos
y una cierta ambigüedad.
Lo de Venezuela traerá cola,
era de esperar,
tanto hermetismo hace pensar
que los pucheros
a poco que se condimentan
se suelen saldar
con denuncias consumadas
que finalmente por desgracia
pueden acabar
en eso que se llama
especio celestial.
Juega al tenis el gran Nadal
y solo espero que pueda demostrar
que sigue siendo
ese jugador ejemplar
que todo lo suele dar,
sea quien sea su rival.
Y con estas trivialidades
más propias de un batracio
que de un pulpo o un calamar,
me vuelvo al origen de la vida
en esa alta mar
en la que mis pensamientos
desde siempre están.
Si hoy comen pescado recuerden
que entre el plomo y el mercurio,
los plásticos y las cagaleras
y meadas que al mar van a parar
hay para hacerse un menú de esos
que nunca se podrán olvidar.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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