Ha llegado el otoño
y lo noto en este poema,
tan gentil se muestra
que se abre por dentro
como si fuera una pers
que me muestra con delicadeza,
su corazón roto,
sus versos siguiendo la senda
de un viacrucis
de catorce estaciones
que recuerdan
un calvario que dejó señal impresa.
Las raíces de este poema
profundizan en la eternidad
de nuestra conciencia
y deja su mueca
allí donde el alma
se enjuaga las penas
leyendo y leyendo
tantos poemas
que para cuando
se caen las hojas al suelo
es como si la vida de los poetas
fuera presa
de una estación señalada
por aquello
de que en ella
los ríos llevan lágrimas,
los mares penas,
los cielos nubes llenas
de llantos arrancados
a la madre naturaleza.
Una corona de flores
mi ánimo deja
en el último verso
de este poema.
Así sea que con banda de música
tocando una sinfonía cualquiera
se lleven estos restos
hasta allí donde se entierran
los poemas que sucumben
a los otoños en que muere la naturaleza
atraída, está,
por los brazos de la muerte
de las guerras
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