No conozco de editor alguno
que haya llamado jamás a mi puerta,
a lo sumo vino una vez un vendedor de libros
que me quería endosar
una enciclopedia,
cuando le enseñé mi biblioteca
se quedó
con la boca abierta.
No había forma de persuadirlo
de que no necesitaba
de más material
que aquel que ya tenía
y hasta tal punto llegó su terquedad manifiesta
que casi le pegó en los morros con la puerta.
Le sentaba mal a aquel tipo no vender
y peor aún
que alguien le pusiera en evidencia.
Para vender
hay que ser cautos
en todo
y más si al tocar un timbre
y abrirse una puerta
uno descubre
que por más que lo intente
nada tiene que hacer ante una clara evidencia.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
No hay comentarios :
Publicar un comentario
Nota: solo los miembros de este blog pueden publicar comentarios.