Ya es el instante
en que se nota la vida
en los confines de los bosques cerrados
donde solo una ley,
la de las supervivencia diaria,
prevalece sobre otras situaciones,
cualquieras que sean,
aunque su tamaño fuere el de una casa.
La liebre que vigila;
la perdiz que vuela asustada;
las ramas agitadas;
el viento que alardea
de ganas de armarla;
el frío reinante;
trinan las aves en las ramas;
rastrea una pequeña culebra;
un ratón se escapa de una celada;
las sendas ya son transitadas
por la luz que les entra y destapa
las pisadas
de quienes dejan sus huellas cuando pasan.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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