El mar se crece y el río
su hermano se vacía,
ya detrás quedan las tragedias
todas unidas
por el mismo hilo
de seda de rojo teñida
y de barro por fuera.
A la playa fluyen los arrastres
de las corrientes,
lo material que se queda
estancado allí donde la arena recibe,
esos cargamentos diarios
de restos de todos los tipos y clases,
el trozo de pupitre,
el biberón con restos de leche,
las zapatillas de correr,
el sillín de una bicicleta,
los calcetines y la corbata, un paquete de galletas.
Si todo se mira y nada se toca,
si entre aguas te meneas
sales convertido después de esta experiencia
en un arqueólogo especializado en tragedias.
El mar convertido en una galería de primera
con sus escaparates bien provistos de souvenirs servidos
a gusto de la concurrencia.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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