Y miramos el mar
y en él
revivimos,
lo miramos con angustia,
con ese equilibrio
de quien busca
en ese su infinito
la gracia que le fue negada
después de ser expulsados
unos parientes suyos del paraíso,
así de fácil es
el saber lo que nos perdimos
entre esas aguas
cada vez más contaminadas
de mercurio
a las que van a parar
lo que comimos y fuimos,
todo junto,
tan compacto
como un engrudo,
para ser todo alimento
de pequeños pececillos,
fauna que se ve en los oceánicos
allí donde nos sentimos
parte de una pecera
en la que ser contemplados
por quienes se encargan
de observar
a sus juguetes preferidos.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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