Disfruté en la noche de Reyes
de un manjar exquisito
era un pollo relleno,
con esa gracia propia
de quienes llenan sus adentros,
de todo tipo de productos
que sirven para aliviar el hambre
a los hambrientos.
Lo hice entre chisporroteos
de los troncos de madera
en la chimenea ardiendo.
La noche avanzaba,
los Reyes
habían dejado sus sacos
bien repletos
de juguetes y de diferentes objetos,
de esos que sirven para hacer agradable
una noche de encantamiento
y de sueños.
Aunque todo era
difícil de predecir
resulto
que hubo total entendimiento
y cuadro lo que queríamos
y ya habíamos escrito
en su momento,
con lo que los Reyes nos trajeron.
Un roscón a media noche
de nata con trufas
se convierte
en ese último anhelo
antes de irnos a la cama
para cuando ya entra el sueño.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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