Ansiaba que volviera la calma
en aquella alta montaña,
fin del mundo,
cara blanca,
siluetas de nubes
cruzando ellas estampadas
sobre el azul de cielo,
sin más telarañas
que el rompiente de los días
rasgando las sábanas
con las que el sol se tapaba
cada vez que la luna le aullaba.
Un coyote se siente libre
y da la cara
defiende a su manada,
el bosque de los encantos
no es nada
si se compara
con el cuento de Caperucita
y de aquel lobo que le lamia las entrañas.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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