El surrealismo
no se
busca
ni se encuentra,
subyace como una pera
para cuando se hinca
el diente
a una letra
y sale un toro
que Buñuel torea,
y Dalí pinta
a su manera.
Toro,
con el que Federico García Lorca,
juega
mientras
Pepín Bello se acerca
y es que no hay
quien lo entienda
y es que llega
con su bigotito fino,
de galán de telenovelas.
Ya se aleja la sombra
de un inocente,
al que apuntan
con pistolas y escopetas,
mientras Neruda
se la juega
en el país que le
vio nacer
y que tanto
pronunciar le cuesta.
Autor: José Vicente Navarro Rubio
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